jueves, 21 de noviembre de 2013
Cuando un colega se va
Por Cándida Figuereo
Máximo Díaz vestía siempre de manera impecable, usualmente formal, lo que combinado con su excelente dicción lo hacía lucir peculiar en momento en que andar con saco y corbata no era tan frecuente en el fascinante oficio periodístico.
Era oriundo de la provincia de Monte Plata, pero le conocí en el periódico Ultima Hora donde laboramos, y luego fuimos compañeros de faena en el área ejecutiva del Listín Diario.
Fue en el periódico Listín Diario donde aquilaté más su personalidad y su don solidario, aunque pasamos mayor tiempo laborando en el gratamente recordado Ultima Hora.
Al llegar al Listín Diario, Máximo Díaz me dio un trato de hermana. Incluso me llamó la atención su sana deferencia, exenta de mezquindad. Entonces recordé que los buenos son mayoría y él era uno de los tantos en este quehacer del diarismo.
Máximo era millón de leguas más ducho que yo en este ejercicio y me dio una serie de sanos consejos para que saliera a flote de la faena diaria en el periódico. Y seguí sus consejos.
De ahí que me entristece su ausencia resultante de un infarto. Hacía tiempo que no veía a Máximo y jamás pensé verle en una funeraria. Esta profesión tiene un símil con las olas del mar, pero aún en la distancia sigue vigente el aprecio y respeto por personas tan valiosas.
Con el permiso del argentino Alberto Cortez, dedico a Máximo Díaz algunos párrafo de la canción cuando un amigo se va, sustituyendo la palabra amigo por la de colega.
Cuando un colega se va una estrella se ha perdido la que ilumina el lugar
donde hay un niño dormido. Cuando un colega se va queda un terreno baldío que quiere el tiempo llenar con las piedras del hastío.
Cuando un colega se va se queda un árbol caído que ya no vuelve a brotar
porque el viento lo ha vencido.
Cuando un colega se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo. Amén.
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