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Barack Obama, presidente de EE.UU. |
Washington, 13 dic (EFE).-Las recientes tensiones
raciales en Estados Unidos son un nuevo test para el legado de Barack
Obama, el primer presidente negro de la historia del país y de quien la
comunidad afroamericana espera y reclama más en este asunto.
Muchos esperaban una visita de Obama a Ferguson
(Misuri) a finales de noviembre tras el estallido de protestas y la
indignación popular que suscitó la decisión de un jurado de no imputar
al policía blanco Darren Wilson por la muerte unos meses antes del joven
negro Michael Brown, quien iba desarmado.
En las mismas fechas fue noticia el caso de un
niño negro de 12 años que murió en Cleveland (Ohio) por los disparos de
un policía que confundió la pistola de juguete que portaba el menor con
un arma de verdad.
Y hace apenas diez días, otro jurado de Nueva York
decidió no imputar al agente blanco que aplicó al afroamericano Eric
Garner una llave de inmovilización que le provocó la muerte.
Después de todos estos casos, muchos ciudadanos, y
en particular los de raza negra, esperan de Obama "algo más", pero no
se dan cuenta de que es "muy difícil" para él involucrarse políticamente
por el cargo que ocupa.
Así lo explicó a Efe el profesor Tony Brown, de la
Universidad Vanderbilt (Tennessee), al recordar, además, que la campaña
de Obama hacia la Casa Blanca se basó en la noción de un país que está
"más allá" del racismo, que lo ha superado.
A su juicio, el problema reside en la poca
"credibilidad" que tiene en este asunto un presidente que ha minimizado
el problema del racismo y cuya llegada al poder fue interpretada por
muchos como una señal de superación de la discriminación hacia los
negros.
Obama, quien ganó relevancia a nivel nacional con
un discurso en la Convención Nacional Demócrata de 2004 en el que afirmó
que "no hay un Estados Unidos negro y otro Estados Unidos blanco",
puede "hacer más" para calmar las tensiones actuales simplemente "si se
mantiene al margen" del debate, según este profesor experto en racismo.
En julio del año pasado, Obama entró en el debate
abierto tras la absolución de George Zimmerman, un exvigilante blanco,
por la muerte del joven negro Trayvon Martin en Florida y habló desde su
propia experiencia como afroamericano en su discurso más sincero y
personal sobre el racismo desde su llegada a la Casa Blanca.
"Cuando Trayvon Martin murió dije que podría haber
sido mi hijo. Otra forma de decirlo es que Trayvon Martin podría haber
sido yo hace 35 años", afirmó entonces Obama, tras aparecer por sorpresa
ante los periodistas en la sala de prensa de la residencia
presidencial.
Ahora, mientras continúan en algunas ciudades las
protestas por los sucesos de Ferguson, Nueva York y Cleveland, el
presidente dijo esta semana durante una entrevista que ese tipo de
manifestaciones son "necesarias", siempre que sean "pacíficas".
Pero también dejó claro, ante los que le reclaman
que se una a esas manifestaciones y tome partido, que eso es algo que
"institucionalmente" no puede hacer.
"He sido bastante explícito acerca de mi
preocupación", se defendió Obama, quien a comienzos de año lanzó la
iniciativa "El guardián de mi hermano" ("My brother's keeper"), que
persigue mejorar el acceso a la educación de los jóvenes latinos y
negros, más proclives al fracaso escolar y a la marginación que los
blancos.
Asimismo, a principios de este mes el mandatario
anunció una serie de medidas para combatir la "creciente desconfianza"
entre los departamentos de policía locales y las comunidades de minorías
como la hispana y la afroamericana, algo que consideró "un problema
nacional".
En ese marco, Obama pedirá al Congreso invertir
263 millones de dólares a lo largo de tres años, incluidos 75 millones
para conseguir que unos 50.000 agentes más lleven cámaras incorporadas a
su uniforme o su cuerpo, con el fin de grabar sus interacciones con
civiles.
Por otro lado, el Departamento de Justicia divulgó
el lunes nuevas directrices para evitar la discriminación racial por
parte de las fuerzas de seguridad, aunque son solo de obligatorio
cumplimiento para los agentes federales, no para los locales y
estatales.
Ese departamento llevaba cinco años trabajando en
la elaboración de las nuevas directrices, pero "particularmente a la luz
de ciertos incidentes recientes" era "imperativo" tomar medidas, según
explicó el secretario de Justicia, Eric Holder.
"Claramente necesitamos nuevas leyes", aseguró a
Efe Vernellia Randall, profesora de la Universidad de Dayton (Ohio) y
quien, a la pregunta de si Obama ha hecho "lo suficiente" para lidiar
con las tensiones raciales, responde que el mandatario "no ha hecho nada
en seis años".
Obama "no tiene un plan para ocuparse de manera
activa del problema", opinó Randall, para quien es "esencial" que el
Gobierno "se involucre" para poner fin a la desigualdad y la
discriminación racial.
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