Por Matías Bosch
a) Preámbulo:
Matías Bosch. |
Hace más de un año escribimos este artículo que, como verá el lector, analizaba la hipotética situación de que Donald Trump venciera en las elecciones de Estados Unidos y se animase a impulsar una política como la sentencia 168-13 de nuestro Tribunal Constitucional, que despojó a decenas de miles de hijos de inmigrantes de su legal y legítima nacionalidad dominicana. En esos momentos, Trump propuso que se modificara la Constitución de Estados Unidos para hacer lo mismo que se hizo en R.D., pero con los hijos de inmigrantes nacidos en la tierra de Washington. Y nos hicimos la pregunta: ¿Qué podría pasar con cientos de miles de hijos de dominicanos, nacidos allá, en caso de que eso sucediera?
Creo que es pertinente volver a publicarlo.
En las sociedades capitalistas neoliberales como Estados Unidos -y más si son periféricas y dependientes, como la dominicana- es consustancial al sistema que la riqueza tienda a concentrarse de manera exagerada, a hacer añicos el trabajo productivo, a potenciar la economía financiera-especulativa, a desmembrar y desnacionalizar las industrias, a desbaratar los salarios y las escasas garantías sociales. Es lo que se llama en la literatura académica “acumulación por explotación y desposesión”. Y, acompañando a esto, se desarrolla una crisis de legitimidad y representatividad de la clase política; crisis que se acelera y agiganta si al cóctel se agregan corrupción y dolo sistemáticos. En el caso de Estados Unidos, Barack Obama prometió que esto podía cambiar con el inclusivo lema “Yes, we can” y con el “cambiar a la gente de Washington”. 69 millones de votantes lo apoyaron 2008, pero en 2016 todo indica que la mayoría de la gente terminó creyendo que aquel sueño sería imposible, dejando de votar, o votando en contra de la continuidad que representaba Hillary Clinton. El 47% de los norteamericanos no fue a votar y Clinton obtuvo 10 millones de votos menos que Obama en su primera candidatura.
Ante esa realidad, el elástico de la sociedad en crisis llega un momento en que no se puede estirar más, y se rompe. Las recetas de “cambiar sin que cambie nada” de cierto progresismo acomodaticio e inofensivo -como el de Obama y Clinton- deja de dar respuestas. En Estados Unidos -como se viene produciendo desde hace unos años en Europa- el elástico se acaba de romper a la derecha. Una derecha fascistoide sin respuestas reales a la crisis planteada, y que como solución a un electorado que ha visto destruirse el “american dream” y la “american way of life”, vende una imposible reindustrialización prometiendo que volverán las empresas que se deslocalizaron, que al bajar los impuestos a los ricos aumentará el empleo, y que, al expulsar a los migrantes, construir un muro fronterizo y terminar con los derechos de su descendencia, los “nacionales” tendrán menos “competencia” y más seguridad en su territorio. Es la clásica lucha de “pobres contra pobres”, o como ha dicho Pablo Iglesias “poner a pelar al último con el penúltimo”.
Queda pendiendo sobre nuestras cabezas la pregunta sobre qué pasará con los hermanos dominicanos y dominicanas ahora que Trump ha vencido y promete guerra contra los inmigrantes. Y surge la pregunta de si, habiendo ocurrido ya en República Dominicana una política racista contra dominicanos descendientes de inmigrantes como es la sentencia 168-13, defendida con similares argumentos a los de Trump, y estando también aquí la sociedad en crisis, los dominicanos en un momento determinado no podrían ver en Santo Domingo una réplica amenazante del nuevo presidente de Estados Unidos y su ideología fascistoide.
b) El análisis que hicimos en septiembre de 2015:
Recientemente Donald Trump lanzó una propuesta que causó alarma en muchos sectores: nada más y nada menos que modificar la Constitución de Estados Unidos (Enmienda XIV) con el único objetivo de que los hijos(as) de inmigrantes que no estén documentados no tengan derecho a ser estadounidenses por nacimiento. Su discurso agita el supuesto “peligro” de que el país se está llenando de inmigrantes, especialmente latinoamericanos, y que sus hijos tienen plenos e iguales derechos como cualquier otro nacido en Estados Unidos, de acuerdo a la Constitución. Actualmente se cuentan en ese país unos 11 millones de inmigrantes no autorizados.
Al hacer esa propuesta, Donald Trump tal vez se entere de que en su pequeña vecina República Dominicana tiene una formidable referencia para su nueva idea, e incluso llevarla a cabo con más fundamentalismo y extremismo en caso de ganar la presidencia.
Sí, porque en 2010 la nueva Constitución dominicana incorporó la misma cláusula que propone el multimillonario pre-candidato. Pero hace exactamente dos años, Milton Ray Guevara y el Tribunal Constitucional dominicano fueron mucho más lejos. Violando la Carta Fundamental actual y las anteriores, produjeron la sentencia 168-13 que llevó la norma de 2010 unos 81 años hacia atrás, decidiendo que todo dominicano hijo(a) de inmigrantes indocumentados y que haya nacido desde 1929 en adelante, DEJABA DE SER lo que era: DOMINICANO, tuviera o no papeles que así lo consignaran. Es decir, una política de privación de derechos hacia adelante y de desnacionalización en masa hacia atrás. Todo esto en aras de, supuestamente, “defender la nacionalidad” e impedir que la nación sea “fusionada”, “destruida” o “diluida”. Las consecuencias de esto en la vida de miles y miles de compatriotas son aún incalculables, y va quedando claro que la ley 169-14 creada para subsanarlo no ha logrado el efecto esperado.
Hagamos un ejercicio de imaginación ¿Qué pasaría con nuestros hermanos dominicanos en Estados Unidos si Trump lograra ganar y seguirle la corriente a Milton Ray Guevara, el T.C. dominicano y los promotores quisqueyanos de la limpieza étnica-clasista, reproduciendo allá la estrambótica medida impuesta en R.D.?
Antes de dar una respuesta, ayudémonos de algunos datos:
1. En 2009, el 73% de los dominicanos que vivían fuera del país estaba en Estados Unidos. En 2008, 851.754 eran dominicanos inmigrantes de primera generación (52%) y 616.787 (42%) eran de segunda generación, es decir nacidos en Estados Unidos. Valga decir que sin haber una frontera terrestre ni archi-desorganizada como la que hay entre R.D. y Haití, los inmigrantes dominicanos en EE.UU. duplicaban la cantidad de inmigrantes haitianos que se detectaron en R.D. en el Censo 2010 y la Encuesta Nacional de Inmigrantes de 2012. Asimismo, los hijos de dominicanos nacidos en Estados Unidos por lo menos triplican la cantidad de hijos de uno o de ambos padres haitianos que viven en República Dominicana.
2. En el mismo 2009, la población dominicana en Estados Unidos llegó a ser una de las cinco más importantes entre la población hispano-latina en ese país, pasando de 1.041.190 integrantes (año 2000) a 1.468.542 (2008). Esto es un aumento espectacular de 41% en tan sólo ocho años. La edad promedio de los dominicanos era 29 años, tanto en Estados Unidos como en la ciudad de Nueva York, donde a la fecha vivía el 41% del total.
3. Entre 1961 y 2009, las autoridades norteamericanas admitieron en su territorio a 1,095,976 dominicanos y dominicanas inmigrantes documentados, de los cuales la inmensa mayoría (854.549) llegó y fue aceptada entre 1981 y 2009. Es decir, ha habido un éxodo masivo impresionante, que cubre tanto épocas de crisis como de supuesto auge económico en R.D.
4. En 2005 el total de dominicanos de primera generación era 739.802 y el 45.7% de ellos se había naturalizado estadounidense, cambiando su nacionalidad dominicana por la de EE.UU., con iguales condiciones y privilegios que cualquier otro de “nacimiento”. Es decir, el éxodo masivo ha sido también una numerosa incorporación al estatus de estadounidense como opción de muchos dominicanos, más allá de la mera residencia permanente o temporal, y no han encontrado trabas de índole “anti-fusión”.
5. Ese éxodo y asimilación a la sociedad norteamericana no ha sido idílico ni de cuentos de hadas. Entre 1983 y 2004, es decir en 21 años, la Guardia Costera de Estados Unidos reportó haber detenido 25.724 dominicanos intentando llegar por mar a Puerto Rico. Esto es, todos aquellos que no lograron llegar a Borinquen pero que no naufragaron ni desaparecieron en el mar, cuya cifra es absolutamente desconocida.
6. En el mismo ámbito de la inmigración irregular, al contrastar los datos de las personas admitidas legalmente y los dominicanos inmigrantes contados en Estados Unidos hasta 2009, hay una diferencia de 224.221, que probablemente haya que reputar como inmigrantes no autorizados o indocumentados. Un levantamiento de información en 2013 estimó la población dominicana irregular en 194.156 compatriotas. Estamos diciendo que alrededor de un 25% de los dominicanos que residen en Estados Unidos han estado viviendo allí en condición de indocumentados. Al comparar, resulta que República Dominicana se ubica en el número 6 entre los 25 países con más población inmigrante indocumentada en Estados Unidos, por encima de Haití, Jamaica, Nicaragua, y países tan grandes como Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, por mencionar sólo países latinoamericanos.
7. Esta inmigración masiva de dominicanos, incluyendo la de tipo irregular, tiene una naturaleza eminentemente económica y social. Los migrantes dominicanos han logrado cosas importantes para sus hijos. Apenas el 18.8% de los dominicanos de primera generación han alcanzado un grado universitario, el 41.9% no ha podido completar la secundaria y el 53% tiene un trabajo de salario bajo. Pero los hijos de dominicanos nacidos en Estados Unidos duplicaron el logro de sus padres, con un 36.5% que ha logrado la educación superior y un más bajo 29% que se ubica en trabajos de salario bajo. No obstante, los dominicanos vistos como conjunto (nacidos en República Dominicana o en Estados Unidos) viven en condiciones de desigualdad y pobreza. Mientras que el ingreso en los hogares dominicanos apenas superaba los 13 mil dólares per-cápita en 2005, el de los hogares de blancos no hispanos era de 28 mil dólares, y el promedio en la ciudad de Nueva York alcanzaba los 24,443 dólares. Casi el 60% de los dominicanos de 1era y 2da generación carecía de un seguro médico.
8. La lucha de los inmigrantes no es sólo por su gente “allá”, sino también por la de “aquí”. En 2013, los dominicanos mandaron al país remesas por 4200 millones de dólares, de los cuales un 63% fue recibido desde Estados Unidos y Puerto Rico. Para comparar, en 2010 todos los haitianos que viven en el exterior mandaron a su país 1300 millones de dólares. Nuestros compatriotas en EE.UU. y Puerto Rico mandan cada año a sus familias en R.D. mucho más dinero que todo el 4% del PIB para la educación.
Miremos los datos antes mencionados. Ahora consideremos que un 25% de los inmigrantes llegados desde República Dominicana son indocumentados y –especulando un poco- supongamos que son padres de un 25% de los dominicanos nacidos en Estados Unidos, cuya nacionalidad estadounidense ha sido adquirida por nacimiento sin importar la condición migratoria de sus padres, tal y como dicta la Constitución de EE.UU. y dictaba la de R.D. antes de 2010, lo cual no debió ser violando por ningún tribunal ni activista de la limpieza étnica-clasista, como lograron hacer a través de la espuria sentencia 168-13.
Supongamos ahora que Donald Trump logra ganar las elecciones y sigue el ejemplo de los supuestos nacionalistas dominicanos, esto es modificar la ley fundamental de Estados Unidos en cuanto a la nacionalidad y, además, hacerlo retroactivamente como la sentencia 168-13. Pues de un sopetón, 158,197 hijos de dominicanos hoy estadounidenses de pleno derecho, que estudian, trabajan, envían dinero a sus familiares, que son menos pobres que sus padres y prosperan más, serían de cuajo despojados de su nacionalidad, su identidad y su derecho a una vida digna. Tal y como ha pasado con miles y miles de dominicanos(as) víctimas de las medidas que se les vienen aplicando desde hace casi 20 años y la arbitraria sentencia 168-13.
Es duro imaginar esto y que, para rematar, Donald Trump, siguiendo la línea de su par dominicano don Milton Ray y demás fanáticos defensores de la desnacionalización en masa en R.D., diría a todos nuestros hermanos afectados por esa acción: “No se quejen y váyanse a reclamar a otro lado. Vayan a pedir auxilio donde nacieron sus padres. Eso es problema de ustedes. A nosotros nos da igual la Constitución, la irretroactividad de las leyes y los Derechos Humanos”.
Imagino que Trump también diría muy orondo y orgulloso que está “defendiendo la nación”, impidiendo que los Estados Unidos se “dominicanicen”, protegiendo al país de “invasores” dominicanos y que quien protesta lo hace porque es parte una “conspiración internacional contra la patria”.
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