Santo Domingo. R.D.-La práctica generalizada de sobornos
establecida por la empresa brasileña Odebrecht en 12 países, incluida relevantemente la
República Dominicana, obliga a los poderes públicos, particularmente al Poder Judicial, el
Congreso Nacional y los demás órganos de control, a investigar todos los contratos suscritos y
ejecutados por esta empresa en el país, identificar a los que distribuyeron y recibieron los
sobornos, reunir las pruebas pertinentes y someterlos a la justicia para que se aplique sin
contemplación alguna el régimen de consecuencias correspondiente.
La existencia de sobornos de por lo menos 92 millones de dólares ya ha sido confesada
por Odebrecht ante la justicia norteamericana, por lo que este no debe ser el punto a probar,
sino quienes fueron los destinatarios finales de esos fondos, sus intermediarios y cuál es el daño
económico total causado al país.
Las leyes dominicanas obligan al sobornador, en este caso Odebrecht, a pagar al Estado
una suma equivalente al duplo de los valores entregados a título de soborno, que serían 184
millones de dólares, a lo que deberá sumarse las sobrevaloraciones que se cuantifiquen en cada
contrato y además los 162 millones de dólares ya comprobados y confesados que obtuvo
Odebrecht de beneficio como resultado de los pagos corruptos.
Por lo tanto el Estado dominicano
debe reclamar por lo menos 346 millones de dólares más las sobrevaloraciones adicionales que
pudieran ser cuantificadas por expertos, y el costo financiero de estos valores.
La pretensión de ocultar los pagos por sobornos bajo el concepto de honorarios
profesionales recibidos por representación comercial, obliga a las autoridades a identificar en
qué cuentas se recibieron tales valores, y cuál fue su destino final, y además si fueron declarados
a la Dirección General de Impuestos Internos y se pagaron los impuestos correspondientes, con la
aplicación del régimen de consecuencia fiscal.
Sería absurdo que si la Odebrecht pagó
comisiones legítimas, lo admita ahora como soborno, una práctica condenada en las legislaciones
y tratados internacionales. Y más aún, que acepte pagar por ello una multa tan elevada como la
acordada con la justicia norteamericana.
Las autoridades nacionales deberían seguir el enérgico curso marcado por otros países
donde ya la empresa brasileña se ha comprometido a devolver las sumas involucradas, y en el
INFORMACIÓN PARA LOS MEDIOS.-
caso de Colombia, además, han sido identificados y apresados los receptores de la coima, que
allí fue de 11 millones de dólares.
El Congreso Nacional debe crear una comisión especial para investigar el escándalo y la
Dirección General de Compras y Contrataciones debe iniciar de oficio una investigación de todos
los procesos de licitación en que intervino Odebrecht.
Así mismo deben seguirse todos los
mecanismos institucionales, incluyendo la posibilidad de contratar auditores y expertos que
realicen una auditoría independiente no solo a los procesos de licitación y adjudicación, sino
también a los procesos de ejecución de todas las obras involucradas, y de manera particular a
las variaciones de los precios de las mismas -durante su ejecución.
Es relevante que se trata del segundo escándalo de pago de sobornos en el país
establecido por la justicia de Estados Unidos en pocos meses, y que el anterior, correspondiente a
la compra de los aviones Tucanos, no ha tenido mayores consecuencias ni esclarecimientos.
El caso Odebrecht debe servir de punto de partida a un esfuerzo conjunto de autoridades
y ciudadanía para poner fin a la cultura de la corrupción e impunidad que ha arropado las
contrataciones públicas y muchas otras actividades en el país y el Presidente Medina debe
asumir el liderazgo de estos esfuerzos.
Pero el sistema de impunidad prevaleciente en el país
sólo comenzará a ser revertido en la medida en que la ciudadanía, las organizaciones sociales, y
los medios de comunicación mantengan un firme reclamo sobre un sistema político atrapado por
la corrupción, el clientelismo y el rentismo.-
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