Un padre está con su hijo viendo
un vídeo sobre la vida en la selva, en el momento en que una gacela es atacada
por un guepardo el padre dice al hijo, ¨qué despiadadas son las fieras ir a
matar y comerse esa indefensa gacela¨ a lo que el hijo responde ¨ug tan indefensa
como el pollo que nos comimos ¨.
Es fácil juzgar al depredador que
asecha y espera para atacar a su presa, víctima de su propia inocencia más que
de su depredador, muere en sus garras o sus afiliados dientes según cada caso,
sin embargo cada vez que veo un depredador pienso en las oportunidades que le
brinda la propia naturaleza, que le ha creado y dudo que sea justo que le
juzguemos con tanto rigor.
Sin embargo el caso que no
siempre juzgamos es el del funcionario público o privado, que valiéndose de su designación
se dedica al enriquecimiento ilícito, al tráfico de influencias a favor de los
de su entorno.
Regularmente a este o con este
celebramos sus delitos vistos como grandes hazañas, les somos complacientes e
incluso envidiamos la suerte que ha tenido de poder prosperar, somos cómplices
de sus diabluras, victimas de sus desmanes y aun así lo vemos como un héroe de película
y si alguno de nuestros relacionados quiere opinar acerca de como actúa este
personaje se le recomienda callar y no meterse en eso.
Somos víctimas de las actuaciones
indecorosas y cómplices de quienes actúan sin decoro, despertemos.
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