La riqueza mundial está dividida en dos: casi la mitad está
en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte entre el
99% restante.
El Foro Económico Mundial considera que esta desigualdad supone
un grave riesgo para el progreso de la humanidad. La desigualdad económica
extrema y el secuestro de los procesos democráticos por parte de las élites son
demasiado a menudo interdependientes. La falta de control en las instituciones
políticas produce su debilitamiento, y los gobiernos sirven abrumadoramente a
las élites económicas en detrimento de la ciudadanía de a pie. La desigualdad
extrema no es inevitable, y puede y debe revertirse lo antes posible.
En noviembre de 2013, el Foro Económico Mundial lanzó su
informe Perspectivas de la Agenda Mundial 2014, que situaba el aumento de la desigualdad
en los ingresos como la segunda mayor amenaza mundial de los próximos 12 a 18
meses. Según las personas encuestadas, la desigualdad “está afectando a la
estabilidad social en el seno de los países y supone una amenaza para la
seguridad en el ámbito mundial”. Oxfam comparte este análisis y espera que la
reunión del Foro Económico Mundial de este año realice los compromisos necesarios
para contrarrestar el avance de la desigualdad.
Un cierto grado de desigualdad económica es fundamental para
estimular el progreso y el crecimiento, y así recompensar a las personas con
talento, que se han esforzado por desarrollar sus habilidades y que tienen la
ambición necesaria para innovar y asumir riesgos empresariales. Sin embargo, la
extrema concentración de riqueza que vivimos en la actualidad amenaza con
impedir que millones de personas puedan materializar los frutos de su talento y
esfuerzo.
La desigualdad económica extrema es perjudicial y
preocupante por varias razones: además de ser moralmente cuestionable, puede
repercutir negativamente en el crecimiento económico y la reducción de la
pobreza, así como multiplicar los problemas sociales. Asimismo, agrava otro
tipo de desigualdades, como las que existen entre hombres y mujeres. En muchos países,
la desigualdad económica extrema resulta preocupante debido a los efectos
perniciosos que la concentración de riqueza puede acarrear para la equidad en
la representación política. Cuando la riqueza se apropia de la elaboración de
las políticas gubernamentales secuestrándolas, las leyes tienden a favorecer a
los ricos, incluso a costa de todos los demás. El resultado es la erosión de la
gobernanza democrática, la destrucción de la cohesión social y la desaparición
de la igualdad de oportunidades. A menos que se adopten soluciones políticas
valientes que pongan freno a la influencia de la riqueza en la política, los
gobiernos trabajarán en favor de los intereses de los ricos, y las desigualdades
políticas y económicas seguirán aumentando. Como dice la famosa cita de Louis
Brandeis, que fue miembro del Tribunal Supremo de los
Estados Unidos, “podemos tener democracia, o podemos tener
la riqueza concentrada en pocas manos, pero no podemos tener ambas”.
Oxfam teme que, si la desigualdad económica extrema no se
controla, sus consecuencias podrán ser irreversibles, dando lugar a un “monopolio
de oportunidades” por parte de los más ricos, cuyos hijos reclamarán los tipos impositivos
más bajos, la mejor educación y la mejor atención sanitaria. El resultado sería
la creación de una dinámica y un círculo vicioso de privilegios que pasarían de
generación en generación.
Dada la magnitud del incremento de la concentración de la
riqueza, la monopolización de oportunidades y la inequidad en la representación
política suponen una tendencia grave y preocupante. Por ejemplo:
• Casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de sólo
el 1% de la población.
• La riqueza del 1% de la población más rica del mundo
asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la
riqueza que posee la mitad más pobre de
la población mundial.
• La mitad más pobre de la población mundial posee la misma
riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.
• Siete de cada diez personas viven en países donde la
desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años.
• El 1% más rico de la población ha visto cómo se
incrementaba su participación en la renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26
países de los que tenemos datos.
• En Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del
crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más
pobre de la población se ha empobrecido aún más.
Esta masiva concentración de los recursos económicos en
manos de unos pocos supone una gran amenaza para los sistemas políticos y
económicos inclusivos.
El poder económico y político está separando cada vez más a
las personas, en lugar de hacer que avancen juntas, de modo que es inevitable
que se intensifiquen las tensiones sociales y aumente el riesgo de ruptura
social.
Los sondeos de Oxfam en todo el mundo reflejan que la
mayoría de la población cree que las leyes y normativas actuales están
concebidas para beneficiar a los ricos. Una encuesta realizada en seis países
(España, Brasil, India, Sudáfrica, el Reino Unido y Estados Unidos) pone de
manifiesto que la mayor parte de la población considera que las leyes están
diseñadas para favorecer a los ricos –en España, ocho de cada diez personas
estaban de acuerdo con esta afirmación–.
Otra reciente encuesta de Oxfam a trabajadores con salarios
bajos en Estados Unidos revela que el 65% de ellos considera que el Congreso
aprueba leyes que benefician principalmente a los ricos.
La apropiación de los procesos políticos y democráticos por
parte de las élites económicas tiene unos efectos notables, que afectan por
igual a países ricos y pobres. El presente informe ofrece ejemplos relacionados
con la desregulación financiera, la inequidad de los sistemas fiscales, las
leyes que facilitan la evasión fiscal, las políticas económicas de austeridad,
políticas que perjudican desproporcionadamente a las mujeres y la apropiación
de los ingresos derivados del petróleo y la minería. Cada uno de los breves
estudios de caso incluidos en el informe pretende dar una idea sobre cómo este
secuestro democrático genera una riqueza ilícita que perpetúa la desigualdad
económica.
Es posible revertir esta peligrosa tendencia. La buena
noticia es que existen claros ejemplos de éxito, tanto pasados como presentes.
Estados Unidos y Europa redujeron la desigualdad a la vez que sus economías
crecían durante las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La
desigualdad también ha disminuido significativamente en América Latina durante
la última década, gracias a una fiscalidad más progresiva, los servicios
públicos, la protección social y el empleo digno. La política ciudadana ha sido
fundamental en la consecución de este avance, ya que representa a la mayoría de
la población en lugar de estar en manos de una pequeña élite; a la postre, esto
ha beneficiado tanto a ricos como a pobres.
Las personas que participan en el Foro Económico Mundial de
Davos tienen en sus manos el poder de revertir el rápido incremento de la
desigualdad.
Oxfam hace un llamamiento para que se comprometan a:
• No utilizar paraísos fiscales para evadir impuestos ni en
sus propios países ni en otros países en los que invierten y operan;
• No utilizar su riqueza económica para obtener favores
políticos que supongan un menoscabo de la voluntad política de sus
conciudadanos;
• Hacer públicas todas las inversiones en empresas y fondos
de las que sean beneficiarios efectivos y finales;
• Respaldar una fiscalidad progresiva sobre la riqueza y los
ingresos;
• Exigir a los gobiernos que utilicen su recaudación fiscal
para proporcionar a los ciudadanos asistencia sanitaria, educación y protección
social universales;
• Reclamar que todas las empresas que poseen o controlan
ofrezcan un salario digno a sus trabajadores;
• Exigir a otras élites económicas que también se adhieran a
estos compromisos.
Oxfam ha realizado recomendaciones políticas en diversos
contextos con el objetivo de fortalecer la representación política de las
clases media y baja, para así alcanzar una mayor igualdad. Éstas son algunas de
las políticas recomendadas:
• La eliminación de la desigualdad económica extrema como
objetivo mundial en todos los países. Esta meta debería ser un elemento
esencial del marco posterior a 2015, que debería incorporar una supervisión
coherente de la participación en la riqueza del 1% más rico de la población en
todos los países.
• Una mayor regulación de los mercados, para así fomentar un
crecimiento equitativo y sostenible; y Poner freno a la capacidad de la población
rica para influir en los procesos políticos y en las políticas que mejor
responden a sus intereses.
La combinación concreta de las políticas necesarias para
revertir el aumento de las desigualdades económicas debe adaptarse a los diferentes
contextos nacionales. No obstante, el ejemplo de los países desarrollados y en
desarrollo que han conseguido reducir la desigualdad económica nos ofrece
algunos puntos de partida, entre los que destacan:
• La adopción de medidas firmes contra el secreto bancario y
la evasión fiscal;
• Las transferencias redistributivas y el fortalecimiento de
los mecanismos de protección social;
• La inversión en el acceso universal a la atención
sanitaria y la educación;
• La fiscalidad progresiva;
• El fortalecimiento de los umbrales salariales y de los
derechos de los trabajadores.
• La eliminación de las barreras a la igualdad de derechos y
oportunidades de las mujeres.
El último cuarto de siglo ha sido testigo del aumento de la
concentración de la riqueza en manos de un menor número de personas. Este
fenómeno mundial es la causa de la situación actual, en la que el 1% de las
familias del mundo posee casi la mitad (el 46%) de la riqueza mundial. Por su
parte, la riqueza de la mitad más pobre de la población es menor que la de las
85 personas más ricas del mundo.
Más información en http://www.oxfamintermon.org/
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