Por: Cecilia Jan | 20 de febrero de 2014
ElPais.com
Esto que voy a decir puede sonar a muy mala madre, pero los bebés, a veces, agobian.Y mucho. No me refiero al agobio de los primeros días en casa, ni siquiera de los primeros meses, cuando no sabes muy bien qué hacer con ese cachito de carne tan mono cuando llora, que también.
Me refiero más bien a lo que se suele conocer como "mamitis", o apego, para algunos excesivo, a la madre.
Así lo explica una lectora, Verónica, que nos escribe al blog:
Se me ha ocurrido un tema que quizá no habéis tratado y que en general no veo que se trate con demasiada asiduidad en los espacios dedicados a la crianza infantil: la mamitis, ese sentimiento de apego exagerado de los peques a partir de 1 añito de edad. Yo lo estoy sufriendo en mis propias carnes con mi segundo peque y está empezando a preocuparme. Y no sé muy bien cómo abordarlo porque con el primero no me pasó jamás.
¿Alguna vez te has sentido perseguida por una pequeñina que se empeña en ir contigo hasta al baño? ¿Que sólo quiere que la vistas tú o le cambies el pañal? ¿Que se te agarra de la pierna y te dice, haciendo pucheros, "mami, no te vayas", cuando vas a salir de casa? Eso es la mamitis. Cuando es leve, hace cierta gracia, incluso te llena de orgullo y te permite alguna sonrisita a tu pareja en plan "me prefiere a mí". Pero cuando es aguda, estresa, cansa y te hace sentir culpable por irte.
"Es normal que siempre quieran estar con su madre, porque la conexión emocional, sobre todo durante los dos primeros años de vida, es muy intensa", me explica Mónica Serrano, psicóloga infantil responsable de la web psicologiaycrianza.com y experta de laPedagogía Blanca. Serrano huye de la connotación negativa con la que muchas veces se emplea la palabra "mamitis", y recalca que es un comportamiento absolutamente natural en la primera infancia.
Hablamos de mamitis porque generalmente, la madre suele ser la figura de apego principal del bebé. "Pero un niño que no tuviera disponible a su madre" -física o emocionalmente- "desarrollaría ese vínculo con otra persona". Es decir, que podría tener papitis, abuelitis, cuidadoritis...
La mamitis se expresa en lo que se conoce como angustia o ansiedad de separación, quesuele iniciarse a los ocho meses, y se prolonga, aproximadamente, hasta los dos años. Empieza a esa edad, explica Serrano, porque es cuando el vínculo afectivo está ya más consolidado, el bebé es más consciente de lo que sucede a su alrededor, y por tanto, de la ausencia de su persona de referencia, y ha desarrollado la comunicación necesaria como para reclamar.
La psicóloga intenta que perdamos ese miedo a que, un niño con mamitis, será dependiente incluso de adulto. Ya sabéis, los tópicos del hombre que vuelve a casa de mamá a que le haga la comida y la colada (aunque eso es más bien "morritis"), o que hace lo que su madre le diga por encima de la pareja, hasta el punto de que la Iglesia lo considera ahora causa para declarar nulo un matrimonio. Según Serrano, "el niño al que se responde a esta demanda, que está atendido emocionalmente, va a adquirir seguridad en sí mismo y en el mundo que le rodea, y eso le va a permitir, cuando esté preparado, ser independiente y autónomo". ¿Y cuándo estará preparado? "Cuando tenga las habilidades físicas y emocionales para ser independiente".
Y al contrario, un niño al que no se atienda cuando lo reclama, al que se le deje llorar, aunque sea con la mejor intención, "será más inseguro, y probablemente le costará más esa independencia". Otro riesgo, según la experta, es que sufran lo que se llama "indefensión adquirida", es decir, que asuma que haga lo que haga, no tiene capacidad de producir cambios en su ambiente, que está indefenso ante los acontecimientos. "Esto puede asociarse a algunos rasgos de la personalidad como la percepción de autoeficacia, la autoestima o el locus de control". ¿El qué? El locus de control, me explica Serrano, es el rasgo mediante el cual atribuimos causas a lo que nos sucede. Las personas que tienen el locus de control externo son las que piensan que lo que les sucede no depende de ellos, sino de la suerte, de lo que hagan otras personas, de la crisis, etcétera, y que ellos pueden hacer poco para cambiarlo. Mientras que las que lo tienen interno son las que creen que sus decisiones, acciones y actitudes pueden cambiar las cosas.
Por tanto, el primer consejo de Serrano ante un bebé en plena mamitis es "entender quecuando nos reclama, tiene un motivo para ello, nos necesita y debemos responder emocionalmente sin miedo". Lo que estamos haciendo es "darle alas para que cuando esté preparado pueda ser independiente".
La psicóloga es crítica con la sociedad occidental actual, que impone unas necesidades -trabajar, estar guapa, salir- que a menudo no encajan con la maternidad y que fuerzan la separación temprana y antinatural de la madre y el bebé. Esto ha generado "que se sobrevalore la independencia temprana, dejando de lado muchas veces las necesidades reales del bebé y el respeto a su ritmo evolutivo". Y a la vez, se mira de forma negativa la dependencia del bebé respecto de la madre y de la madre del bebé, así como a las madres que están muy disponibles para el niño.
Pero como es aquí donde vivimos y estas son las circunstancias que tenemos, Serrano recomienda llegar a un equilibrio. Para ello, hay que buscar cómo ofrecer al niño el mejor cuidador que pueda suplirnos en el ámbito afectivo durante nuestra ausencia, que dependerá de cada familia: la abuela, una cuidadora, o la guardería. Después, en el momento de dejarle, es importante consolarle y explicarle, de forma tranquila y con afecto, que nos tenemos que ir, pero que volveremos en un rato. "Es difícil para ellos, porque no tienen ese concepto temporal de cuánto tiempo te vas, solo saben que te vas".
La experta me pone un símil muy bueno para entender esto que nos ha pasado a todos: irnos con el corazón encogido mientras nuestro pequeñín llora como si le fuera la vida en ello, y que nos cuenten después que en cuanto se ha cerrado la puerta, se ha quedado tan tranquilo y se ha puesto a jugar. No nos toma el pelo, ni nos hace chantaje emocional. "Es que yo lloro en el aeropuerto cuando se va mi hermana para un largo viaje, pero no me tiro tres días llorando", afirma. "El momento de la separación física es duro, tiene una carga emocional intensa, pero luego nos adaptamos y nos distraemos. Y al niño le pasa lo mismo".
Serrano asegura que es totalmente normal que las madres se agobien en este periodo."Atender física y emocionalmente a un niño pequeño no es tarea fácil. Puede llegar a ser muy desbordante, la madre necesita mucho apoyo, y creo que tenemos muy poco". Apoyo de la pareja, de otras mujeres, que pueden ser la madre, una amiga, un grupo de madres... Lo importante, dice, es tener "personas que te sostienen emocionalmente, con quien te puedas desahogar, que te contengan para que no explotes. Porque tú das apoyo emocional a tu bebé, pero ¿quién te apoya a ti?".
Para sobrellevar esta fase, dice, "es muy liberador tener presente que son unos años, que se pasan. Llegará el momento en que nos digan que prefieren irse a dormir a casa de unos amigos. A veces perdemos la perspectiva de que es algo transitorio".
Todo esto que explica Serrano lo he vivido en carne propia, sobre todo con Natalia (casi cinco años) y Elisa (dos años y medio). David tuvo bastante menos mamitis, ya que depende del carácter de cada niño, aunque también de las experiencias que ha vivido. Elisa está saliendo de ella. Lo vi totalmente claro la semana pasada, cuando estaba a punto de salir de casa para ir a clase de pilates, y me despidió en la puerta con un beso y un "adiós, mamá, que te lo pases bien". Todo llega.
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