Fuente: El Nuevo Diario Digital
Protesta.-La esposa, hijastros, otros parientes, amigos y vecinos del bodeguero
dominicano Miguel Angel Torres asesinado el martes de la semana anterior
en Newark, durante la vigilia frente a la bodega JNC, donde fue
ultimado por un atracador.
NUEVA YORK.-Los familiares del bodeguero
dominicano Miguel Angel Torres (Chegue), asesinado el martes de la
semana pasada por dos afroamericanos contra los que la policía de Newark
(New Jersey), mantiene una cacería para capturarlos, realizaron el
sábado último una vigilia frente al negocio donde fue ultimado en
reclamo de justicia. Torres de 37 años de edad, fue impactado por varios
balazos de la pistola 9mm usada por uno de los dos atracadores, cuyas
imágenes han sido difundidas del video de la cámara de seguridad que
funciona en la bodega. Hacía sólo seis meses que Torres, oriundo de San
José de las Matas (municipio de Santiago de los Caballeros), había
comprado el establecimiento y estaba dedicado enteramente a su trabajo
durante 16 horas diarias, con el que mantenía a su familia en New Jersey
y en la República Dominicana.
Mientras se preparaban sus funerales que serán
realizados en Newark antes de que el cadáver sea repatriado a su país
natal, su esposa Teodora, sus hijastros Clarissa y Sandy Azcona de 17 y
15 años respectivamente y otros parientes, se congregaron frente a la
bodega exhibiendo afiches con la fotografía de Torres y con velas,
velones y flores para rendir tributo al comerciante dominicano.
La parte frontal de la bodega todavía tiene las
perforaciones de docenas de disparos de ametralladora AK-47 de
fabricación rusa y pistolas 9mm, que fueron utilizadas por delincuentes
pandilleros en un enfrentamiento ocurrido en el área. Luego de ese
tiroteo, Torres les dijo a su esposa y a sus hijos que pensaba vender el
negocio por el temor a ser atacado en un robo.
Ese tiroteo se produjo el 14 de julio del 2011.
“El pensaba que el sitio donde está la bodega era demasiado peligroso”,
dijo Clarissa. Su hermano Sandy expresó que ellos apoyaron la decisión
de su padrastro y le pidieron que vendiera la bodega, pero el bodeguero
les respondió que con el establecimiento era que iban a progresar y
hacer dinero para resolver los problemas y el futuro de la familia.
El atracador, aunque Torres le entregó todo el
dinero que había en la caja, disparó a mansalva contra el dominicano de
todos modos. La cámara de vigilancia de la bodega captó el momento del
asesinato, pero esa imagen no ha sido entregada a los medios por la
policía y la fiscalía del condado Essex que se limitaron a difundir las
figuras de los dos afroamericanos. Uno de ellos aparece en actitud de
vigilancia en las afueras de la bodega y el otro, encapuchado en el
interior del negocio.
Torres, quien emigró hace décadas desde San José
de las Matas a Estados Unidos, era, según activistas comunitarios y
líderes políticos de Newark el tipo de persona que barrios tan
peligrosos como los de la parte Sur de esa ciudad, necesitan para
recuperar la mala imagen de crimen y drogas que tiene el poblado
Logró ahorrar dinero para hacerse del negocio y
estaba a punto de comprar otro negocio. En medio de los progresos y
éxito de su trabajo intenso como inmigrante dominicano, conoció a
Teodora, una madre soltera sudamericana que tiene dos hijos de una
relación anterior a los que Torres crió.
Clarissa dijo que el bodeguero era el único padre
que ella conoció. “Se casó con mi mamá cuando yo tenía como 2 años de
edad y asumió la responsabilidad de criarnos”, añadió.
Antes de convertirse en bodeguero, Torres trabajó
por años en el puerto de Newark descargando contenedores de barcos y en
la empresa U-Haul, preparaba camiones de mudanzas. Cuando no trabajaba
en un área, laboraba en la otra.
Clarissa recordó que cada día, su padrastro salía a
la bodega a las 6:30 de la mañana y regresaba a las 10:30 de la noche.
“Trabajaba 16 horas diarias, los siete días de la semana, hasta el día
en que lo asesinaron”, señaló la muchacha ahogada por el llanto.
“Lo quería todo para nosotros, incluyendo carreras
universitarias. El no quería trabajar en un bodega”, agregó Sandy.
Torres había adquirido una primera bodega en el vecindario de Irvington
hace unos años, pero debido a que ese barrio es considerado una “zona de
guerra” la vendió y lo intentó de nuevo, abriendo otro negocio en la
avenida Oakwood en el poblado de Orange con un negocio llamado
“Monteverde Mini Market”. Eso fue hace unos 2 ½ años.
Siguió trabajando en U-Haul para ahorrar dinero y
comprar una segunda bodega, que resultó ser JNC Mini Market, donde fue
asesinado el martes de la semana pasada y situada en la avenida 14 y la
calle 18 en el Sur de Newark.
Terminó de pagársela a su primo Juan Rodríguez
(Johan), dos semanas antes de ser asesinado por el atracador. Sandy
recordó que él, su hermana y su madre, le pidieron a Torres no comprar
esa bodega por la peligrosidad del área.
“En el negocio anterior de la avenida Oakwood,
estábamos mucho más seguros y aunque aquí, todos lo querían, la zona es
demasiado peligrosa, pero papá al parecer, estaba muy confiado en que
nada le pasaría”, añadió el joven.
Torres nunca dejaba que sus empleados se fueran
solos a sus casas y los transportaba en su vehículo para que tampoco
tomaran el autobús, consciente del peligro en el área.
Clarissa detalló que su padrastro invirtió mucho
dinero para remodelar la bodega JNC y mantenerla surtida a fin de que el
vecindario se sintiera agradable en el establecimiento.
El bodeguero, como en muchos otros casos de
inmigrantes dominicanos trabajadores, pagó con su vida el esfuerzo
realizado para construir un futuro promisorio y levantar una familia.
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