martes, 15 de noviembre de 2011

Mateo Morrison diserta sobre Juan Sánchez Lamouth y la negritud en la poesía en la República Dominicana



Por Santo Domingo Guzmán

SAN CRISTÓBAL.-El Premio Nacional de Literatura, el escritor Mateo Morrison disertó en la Casa de la Cultura de ésta ciudad, en una actividad coordinada por el director provincial de cultura, licenciado Héctor Tejeda.

La actividad se llevó a cabo éste sábado 12 a las 7:00 PM y contó con la presencia de personalidades de la vida cultural de la provincia y en la misma, el escritor criticó la falta de identidad de la cultura dominicana, al tiempo de señalar que en los últimos tiempos esa situación se está corrigiendo.

Entre los presentes figuraron Mercedes Castillo, Ramonita Domínguez, Ramón Mesa, Julio Pereyra, Isabel Florentino, Tomás Isabel, así como otros miembros de la Fundación Aníbal Montaño, entre otras personalidades de la vida cultural de ésta provincia sureña.

A continuación reproducimos íntegramente la disertación del laureado escritor dominicano:

JUAN SANCHEZ LAMOUTH Y LA NEGRITUD:
ANTECEDENTES PARA LLEGAR HASTA EL MÁS IMPORTANTE POETA AFRODESCENDIENTE DE LA REPÚBLICA DOMINICANA

Como sabemos, el amplio y diverso mosaico cultural que exhibe la Región del Caribe, tiene su origen en las luchas coloniales de diversos países europeos que disputaban su hegemonía, lo que devino en diferentes lenguas oficiales y expresiones de creole que reflejaban ese dominio sobre el territorio caribeño, generando un proceso de hibridación caracterizando en todo su devenir histórico esta región.

A diferencia de otros países de América como México, Perú, Ecuador, Bolivia y Guatemala, donde perviven culturas aborígenes, en El Caribe fundamentalmente sus pobladores son originarios de Europa o de África a través de un proceso esclavizante que generó niveles de producción infrahumanas que tenían como objetivo central, el aumento de las riquezas que hicieron más poderosos a algunos países europeos.

En el plano cultural, hubo el sincretismo donde se mezclaron múltiples manifestaciones culturales, pues ni en Europa ni en África se trataba de culturas uniformes, sino de una gran variedad.  En la región del Caribe se fueron construyendo nuevas expresiones culturales con un fuerte arraigo de origen africano, pero con una cultura oficial, cuyo espacio dominante era inglés, francés, español u holandés.

Estos idiomas oficiales convivieron con una oralidad que permitió la comunicación de los sectores más empobrecidos formando en algunas de las islas del Caribe verdaderos idiomas denominados creoles.

Los países colonizados por Inglaterra como Jamaica o Trinidad y Tobago, lograron su independencia después de muchos años de convivir con las metrópolis y adoptaron peculiares formas de relación.

En el caso de las dependencias de Holanda como Curazao o Aruba, existieron expresiones de relación política íntimamente ligadas a la metrópoli hasta nuestros días con niveles de autonomía administrativa.

Entre los que pertenecieron al dominio español están: la República Dominicana que adquirió su independencia para el año 1844 y Cuba para el año 1895.  Con la limitación de la Enmienda Platt impuesta por los Estados Unidos, Puerto Rico dejó de ser una colonia española para convertirse en una norteamericana y a partir de la década de 1950 en un Estado Libre Asociado con los Estados Unidos.

Islas dependientes de Francia como Martinica, Guadalupe y Guyana Francesa, después de un largo proceso colonial y de luchas autonómicas e independentistas, devinieron en territorios franceses de ultramar con peculiares características.

En el caso de Haití, se considera un acontecimiento excepcional, pues en el año 1804 obtuvo su independencia, siendo el primer país esencialmente negro que obtuvo su liberación, convirtiéndose sin dudas en una fuente de inspiración para todos los afro descendientes que vieron en ese gesto, la posibilidad de superar los niveles de esclavitud y de opresión a que eran sometidos millones de seres humanos en el mundo por su origen racial.

Todo esto es importante señalarlo antes de adentrarnos al tema de la negritud y en particular del significado de Aimé Césaire como figura esencial de esta corriente y el poeta más importante de la misma.

El movimiento de la negritud surgió no en el Caribe, sino en Paris a través de un conjunto de publicaciones, siendo la primera Legítima Defensa, aparecida en el 1932.  Ésta publicación denunció el proceso anexionista de la burguesía francófona caribeña y tomó como estandarte los valores de la cultura negra.

Otras publicaciones como la Revué du monde noir donde Césaire, Damas y Senghor planteaban las bases doctrinales de una tendencia a favor de la diáspora pan-africana.

No es casual que dicho movimiento surgiera en Francia.  Éste era no solo el país de la gran revolución que hablaba de igualdad y fraternidad, sino que durante los inicios del siglo XX había acogido artistas de diversas partes del mundo negro y eran comunes las manifestaciones culturales de Jazz o las pinturas basadas en las máscaras africanas.

Aimé Césaire que había nacido en Martinica en junio del año 1913, fue captando las características de su propio entorno, lo que fue creándole una conciencia de su realidad como negro y como martiniqueño.  Su inclinación a la literatura lo fue llevando a reflejar en ellas toda una cosmovisión expresada en ensayos, obras teatrales y poesías.

Su discurso sobre el colonialismo y otros trabajos publicados en la importante revista Tropiques, se suman a tres obras de teatro como Et les chiens se taisaient, Une Tempore y Une saison au Congo, no alcanzarán, sin embargo, la trascendencia universal de su gran poema Cuaderno de un retorno al país natal, publicado en el año 1939, donde se mezclan la fuerza telúrica de la cultura negra con la mejor tradición de la lírica francesa a través de los extraordinarios valores revolucionarios lingüísticos del movimiento surrealista.

Para el gran escritor Agusti Bartra “La palabra del poema era francesa, surrealista y africana, pero no se adhería a ninguna de estas denominaciones”.

Aimé Césaire dirá:

            …palabras, ah sí, palabras
            más palabras de sangre nueva, palabras que
            son marejadas y erisipelas
            paludismos y lavas y fuegos
            de manigua, y llamaradas de carne,
            y llamaradas de ciudades.

El encuentro de Césaire con Bretón en Martinica en el año 1941, se puede considerar determinante para la proyección de este texto, que luego el gran escritor Jean Paul Sartre insertara dentro de la literatura de compromiso, expresándose de la siguiente forma: “se puede hablar aquí de una poesía comprometida y aún dirigida y automática, no porque existiese aquí la intervención de la reflexión, sino porque sus palabras, las imágenes expresan continuamente la posesión.  El surrealismo encuentra en su interior el alivio.  Césaire haya en su fuego la intransigencia de las exigencias y de la sed de venganza”.

Césaire estudiaba en el Liceo Luis Legrand de París y ahí conoce a Leopoldo Senghor, negro de Senegal, expresando “Cuando conocí a Senghor me dije africano”.

La evolución de Césaire desde el punto de vista político, lo llevó desde los criterios de independencia hacia el autonomismo y a apoyar el proceso del estatus actual de Martinica, y al mismo tiempo lo hizo evolucionar hacia criterios menos excluyentes que sus ideas originales.  Por eso en el año 1959 dijo lo siguiente: “Partiendo de la conciencia de ser negro, lo que implica hacerse cargo de su destino, de su historia, de su cultura, la negritud es el simple reconocimiento de este hecho y no comporta ni racismo, ni negación de Europa, ni exclusión, sino al contrario, una fraternidad con todos los hombres de raza negra, no en función de su piel, sino más bien de una comunidad de cultura, de historia, de temperamento”.

Voy a leer algunos fragmentos que considero esenciales para penetrar en este texto de factura universal que es Cuaderno de un retorno al país natal:

“Y ni el maestro en su clase, ni el sacerdote en el catecismo podrán sacar una palabra a ese negrito soñoliento, a pesar de la manera tan enérgica con que ambos tamborilean sobre su cráneo rapado, porque es en los pantanos del hambre donde se ha hundido su voz de inanición (una palabra-una-sola-palabra y os-libro-de-la-reina-Blanca-de-Castilla, una-palabra-una-sola-palabra, ved-ese-pequeño-salvaje-que-no-sabe-ni-uno-de-los-diez-mandamientos-de-Dios) porque su voz se olvida en los pantanos del hambre,
y no se puede sacar nada, verdaderamente nada, de ese pequeño granuja, salvo un hombre que no sabe trepar por las jarcias de su voz en hambre pesada y floja, un hambre enterrada en lo más hondo del Hambre de ese famélico morro”.

“…Volveré a hallar el secreto de las grandes comunicaciones y de las grandes combustiones.  Diré tormenta.  Diré río.  Diré tornado. Diré hoja.  Diré árbol.  Seré mojado por todas las lluvias, humedecido por todos los rocíos.  Rodaré como sangre frenética sobre la lenta corriente del ojo de las palabras, en caballos locos, en niños lozanos, en coágulos, en tapaderas, en vestigios de templo, en piedras preciosas lo suficientemente lejos para desalentar a los mineros.  Quien no me comprenda tampoco comprenderá el rugido del tigre”.

“…¿Quiénes y cuales somos? ¡Admirable pregunta!
A fuerza de contemplar los árboles me he convertido
En un árbol y mis largos pies
De árbol han cavado en el suelo, anchos
Sacos de veneno altas ciudades de osamentas
A fuerza de pensar en el Congo
Me he convertido en un Congo rumoroso
De bosques y de ríos
Donde el látigo restilla como un gran estandarte
El estandarte del profeta
Donde el agua hace
Likuala-likuala
Donde el relámpago de la cólera lanza su hacha
Verdosa y domina a los jabalíes de la putrefacción
En el hermoso lindero violento
De las ventanas de la nariz”

“…aduaneros ángeles que montáis ante las puertas
De la espuma la guardia de las prohibiciones

Yo declaro mis crímenes y que no hay nada que decir
Danzas.  Ídolos.  Relapso.  Yo también

He asesinado a Dios con mi pereza
Mis palabras mis gestos mis canciones
Obscenas”.

¿Qué relación tendrá entonces el movimiento de la negritud, fundamentalmente proveniente de las islas francesas de ultramar, pero que también estaba relacionado con los movimientos de retorno a África, de Jamaica y otras islas del Caribe, o el sólido movimiento de defensa de los valores negros a través de obras como Así habló el tío Jean Price Mars?

En el caso del Caribe español son conocidos los importantes aportes al tema negro a través de autores como Fernando Ortiz y Lidia Cabrera en el caso de la investigación histórica o de Emilio Ballagas y Nicolás Guillén en el campo de la poesía.  En Puerto Rico también se desarrollan movimientos históricos y literarios que culminarán con los textos poéticos de Luis Palés Matos.  Y en la República Dominicana, Pilón y Trópico Negro del Manuel del Cabral van a ser de los textos más trascendentes del tema negro, sin olvidar las incursiones de los poetas Rubén Suro, Francisco Domínguez Charro, Abel Fernández Mejía, Antonio Fernández Spencer, Norberto James, Tomás Hernández Franco y Francisco Domínguez Cha, entre otros.

Sin embargo, tratar del tema negro no significa asumir la negritud.  La mayoría de nuestros escritores hispanohablantes que han tratado el tema, lo hacen no con una identificación ideológica como fue la negritud sino en algunos casos como un acto de compasión o de solidaridad contra la opresión y en otros coincidiendo como el movimiento de Marcus Garvey que planteaba el retorno a África.  En uno de los casos podemos ver el poema Trópico Picapedrero de Manuel del Cabral.

“Hombres negros pican sobre piedras blancas,
Tienen en sus picos enredados el sol.
Y como si a ratos se exprimieran algo…
Lloran sus espaldas gotas de charol.

Hoy buscando el oro de la tierra encuentran
El oro más alto, porque su filón
Es aquel del día que pone en los picos
Astillas de estrellas, como si estuvieran
Sobre la montaña picoteando a Dios”.

Y del segundo tenemos el poema Viejo Negro del Puerto de Domínguez Cha que en la parte final dice:

 “¡Viejo negro del puerto!
¿Qué deseo te taladra?
¿Qué mística idolátrica penetra en tus entrañas
Que, inmóvil como estatua, te embriaga de fulgor
De mil estrellas lánguidas…?

Inútilmente sueñas con retorno al África.
Si pudieras tejer con tus brazos
Un pedazo de jungla flotante
Y dejarte arrastrar por los mares…

O tejer con clarores de luna
Un velamen muy blanco y extraño
Y dejarte impulsar por el aire:

¡Qué aventura tan grande!

¡Viejo negro del puerto!
¡Quisiera consolarte!”.

La negritud más bien es una pasión surgida de un estallido.  Un lenguaje que trata de crear un espacio nuevo, ardiente con una semilla surgida de las mismas esencias reivindicativas de una cultura marginada y de unos hombres y mujeres que se pensó en algún momento que no tenían la sangre roja y que por tanto no formaban parte esencial de la humanidad.

Valoramos en toda su dimensión todas las manifestaciones de la poesía de tema negro o negrista, pero para entender la ausencia en la República Dominicana de una identificación con este movimiento habría que partir en primer lugar de las características de nuestro país con una clase dominante históricamente prohispánica.

La intelectualidad tradicional dominicana entendió por décadas que solo era cultura lo proveniente de España o de otras culturas europeas y posteriormente norteamericana, pero viendo a Norteamérica a partir de las expresiones de una cultura blanca y no como la vio la clase dominante haitiana que hizo que centenares de habitantes de los Estados Unidos de origen negro llegaran a la isla de Santo Domingo y de ahí las poblaciones afrodescendientes que se ubicaron en lugares como Samaná y dieron continuidad a sus manifestaciones culturales muchas de las cuales perviven como por ejemplo: el bambulá como expresión danzaria.

Otras presencias de origen africano en la República Dominicana, tanto proveniente de África, de Haití como de las islas inglesas del Caribe, no variaron la percepción hispanófila en la República Dominicana y con la llegada de la tiranía trujillista del 1930 a 1961 se acentuaron esos criterios marginando las expresiones afrodescendientes y obstaculizando el surgimiento de cualquier expresión que se pudiera ni siquiera parecer a la magnitud, por eso el nacimiento de este movimiento en el 1932 y la salida en 1939 de Cuaderno para retorno a un país natal no podían ejercer ninguna influencia en un país donde la mayoría de los mulatos se consideraban blancos y la mayoría de los negros aspiraban a blanquear la piel y no sentía su origen africano como algo positivo sino como un atraso de su raza, ligando lo negro fundamentalmente al vecino país haitiano.

Aunque en la actualidad hemos superado significativamente esta situación, al ubicarnos en el periodo de nacimiento y esplendor de la negritud, teníamos que caracterizar el momento histórico y social que explica esta realidad que nos hacia vivir de espaldas a la mayor parte de las islas del Caribe y a sus expresiones culturales.

Dos ejemplos que me parecen esenciales podrían ilustrar lo que a nuestro juicio es la presencia de la negritud en la República Dominicana.  La más importante es la de Aída Cartagena Portalatin y se produjo a partir de la visita de André Bretón a nuestro país, después de haber estado en Haití.  Es la misma Aída Cartagena que en su libro “Culturas africanas rebeldes con causa” nos señala:

“El hombre vivo está hecho de recuerdo, de celebraciones que, si son aptas, deseo que se repitan.  Como ejemplo, recuerdo cuando se estrechan las manos de André Bretón con las mías en el segundo piso del edificio La Gloria en la calle El Conde.  Eugenio Fernández Granell, que además de crítico es pintor e ilustraba los cuadernos de la Poesía Sorprendida, llevó a La Gloria a los poetas del grupo para saludar a Bretón, quien, después de terminada la Segunda Guerra Mundial y antes de regresar a Francia, quiso llegar a Santo Domingo para ponerse en comunicación con los poetas surrealistas, cuyas obras conocía.  El gran poeta galo regresaba a su país con el segundo Manifiesto de su tendencia literaria.  Eran los días más recientes de la postguerra.  En los Cuadernos de poesía Sorprendida se disfrutaba la lectura de poemas inéditos de Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Altolaguirre, León Felipe y otros grandes de los que se quedaron o salieron de España cuando su guerra.  Enviaban sus colaboraciones para que se publicaran en Santo Domingo.

En un aparte conversaba con André.  Yo citaba nombres de los poetas europeos cuyas obras se leían y discutían en nuestras reuniones.  En un momento abrió su maletín y tomó, para regalármelo, el último número de Tropiques que publicaba el poeta martiniqués Aimé Césaire.  Todo el material era literatura de la negritud, poesía de cepa negroafricana y negroantillana que se alimentaba en las fuentes del gran país natal, África.  Con este ser vivo, lleno de preocupaciones, esa misma noche comencé la celebración de los rituales de aquél encuentro que se multiplicaría: Bretón-Césaire-Senghor-La Negritud.  Desde esa misma noche vi otro mundo dividido no en países, sino en hombres blancos y en hombres negros.  Parecía bastante idealista admitir el hecho de que, en la comunidad de los negros, la función del poeta o del artista en general es celebrar la existencia y permanencia de los valores y no su destrucción, como en el mundo de los blancos”.

A diferencia de sus otros compañeros de la Poesía Sorprendida, Aída vio en la presencia de Bretón, un puente para llegar al mundo africano.  Su estadía en Francia le permitió conocer a los grandes intelectuales de negritud, entre ellos a Aimé Césaire, y llegaría a África de manos de Sedar Senghor.

Sin duda que influida por esta experiencia, en su libro La tierra escrita, la intelectual dominicana escribirá:

“Mi madre fue una de las grandes mamá del mundo.
De su vientre nacieron siete hijos
Que serían en Dallas, Menphis o Birmingham un problema racial.
(Ni blancos ni negros).
Lala al servicio de la casa por más de treinta años
No la olvida.
En cada frio que se hace en nuestro valle
La recuerdan también los que recibieron en el pueblo
Sus frazadas baratas.
Mamá ignoraba las teorías políticas. (Encíclicas y a Marx).
Solo entendía que el pobre sufre hambre, reclama pan y
Necesita abrigo.
Un periodista dijo que ella era un programa privado
De Asistencia Social.
Mujeres de vida buena y de vida mala aún la lloran.
Sus cosas eran deber de amor.

Mamá. Olimpia. Mamá. El público no debe por fundas de
Alimentos, ni frazadas y techos
Levantar estatuas.  Deber de amor son esas cosas.
Deber del hombre por todos los HOMBRES.

¡POBRE NEGRA la niñera! Mi casa era un circo.
(Pelotas, muñecas, columpios, patines, gritos, castigos y vainas).
Durante diez años Negra tendió sobre mi cuerpo
La sábana blanca.
(QUE DIOS HAYA REPARTIDO CON ELLA
EL LATIFUNDIO DE SU REINO, Y QUE DESCANSE
EN PAZ!!!!).
Porque luego Negra corrió con muchos varones en Curazao.
Más, es necesario que hable de ella con Amor, ADMIRACIÓN
Y DIGNIDAD
Porque cuando cuidó mi infancia
Su vida esta pura de respeto
Y llena de renunciamientos.
Para buscar el sueño yo unía mi pensamiento al suyo
Y su silencio al mío.
Ahora los brazos de mi soledad se extienden como alambres
Hacia su recuerdo. De todos modos.
¡NEGRA! ¡NEGRA!, muy alto grito: ¡¡NEGRA!!

Negra muerta: te digo en ésta página
Que, a veces, el recuerdo de un muerto es pesado
E indigesto.
-Lo cierto es- me explicó un psiquiatra-
Que el recuerdo para ser correctamente asimilado
Necesita estar pegado a un sentimiento de amor, gratitud,
Admiración, odio, sexo, o cualquier otro tema…”.

El otro caso es el del poeta Juan Sánchez Lamouth precisamente de origen martiniqueño y que a mi juicio es más importante poeta negro de la República Dominicana.  En su poema “Los Lamouth”, donde se refiere a su origen, Juan Sánchez Lamouth poeta negro, cuya diversidad literaria e ideológica lo llevó a las más variadas posiciones en sus 39 años de vida (24 de junio de 1939- 18 de noviembre de 1968), formó parte de una generación entre 1948 y 1960, de un grupo de poetas independientes entre los que estaban también Ramón Francisco y Marcio Veloz Maggiolo.  Parte de su obra poética la dedicó a la exaltación del tema negro y a la discriminación.  El otro importante poeta es Norberto James a través de su poema “Los Inmigrantes”.

Mientras muchos de nuestros poetas admiraban a España, a Norteamérica, a Francia, o simplemente se referían a los aspectos políticos de la experiencia nacional, Lamouth que le escribió a tantas cosas, sin casi descuidar ningún tema, tiene a mi juicio los más auténticos poemas de temas negros surgidos de un poeta de su raza que padeció el prejuicio racial incrustado en el corpus de la sociedad dominicana para las primeras décadas que le tocó vivir.  Y a diferencia de Aída que viajó por todo el mundo, Lamouth nunca salió de nuestro país.  Su experiencia vital y sus lecturas fueron construyendo un espacio particular para la negritud, movimiento que aunque fue cuestionado posteriormente por la creolité,  llenó un extraordinario espacio en la cultura y en el grito de libertad de una población importante de la humanidad.

Varios trabajos líricos van a señalar la relación de nuestro poeta con este importante movimiento y con su esencia.  Veamos el texto “Señas de Identidad”.

“Mi nombre Juan
Color
Negro latino
Residencia
La aldea
Ocupación
Poeta
Bienes
La poesía
Seña particular
Una herida profunda
Que me supo abrir
La oligarquía”

Otro poema emblemático de nuestro poeta es Maldición al poeta Jules Romains por no haber cantado a los hombres negros:

“Bien debería el mar penetrar hasta la tierra enferma de tus huesos por haberte llenado de silencios viendo a los hombres negros.  Tu dices que Dios es blanco; yo contradigo; Dios no tiene color.  Ese canto a los hombres blancos fue un poema que hiciste sin provecho.  Ahora que mi canto viaja a tu tierra ciega en mi bosque de luto te maldicen los pájaros.  ¡Maldito seas!  ¡Mil veces! Hasta en las lámparas de los locales subterráneos.  Hasta las mismas aldeas te maldicen con sus niños desnudos y sus árboles ahora que el carbón y los murciélagos no pueden ser horrores de tu alma…”.

“…Maldito seas por ti fue más difícil traducir a los ángeles de la iglesia de Pedro; he aquí a Mayakouski señalando todas tus piedras varias; porque odiaste a los negros hasta los cementerios declaran huelgas de hambre en contra de tus huesos sé que hasta las pirámides te maldicen.  Dios no tiene color, desgraciado poeta”.

El otro poema es “Saludo conjunto al poeta Leopold Sedar Senghor:

“Pastor de los negros de la iglesia del mundo, que aun luchas por llevarnos hacia la tierra santa de tus prédicas.  Saludo tus fuerzas misteriosas hasta en los tréboles negros que tienen las barajas.  Tú que llenaste tu corazón de tierra frente al otoño oscuro de los pobres, te saludo en nombre del polvo de estos barrios; parece que estas tierras de América no son muy buenas para que crezcan las plantaciones de la justicia.  Señor de las bellas palabras, tu alma s la plazoleta donde pueden hablar las gentes negras.  Ved: corazones coléricos siguen manchando de rojo la piedra doméstica del pueblo.  Borra el statu quo de los judas como lo hizo el reverendo King al sonar su trompeta salvadora.
Nosotros, los negros de América, te saludamos unánimemente.  Te saludan los niños que aún cortan flores para adornar el mutismo de los ídolos blancos”.

Y finalmente “Versos para recitarlos con melopeas de violines haitianos”, exaltando el criterio de la poesía negra con una identidad sin fronteras y de valoración de su cultura y su historia.

“Sea entre el Vodú, o el Clerén celoso
Quiero melopeas de violines negros,
Violines haitianos surcados de duendes,
Violines que tengan fuertes amuletos.

Si en mi alma hay flores, son flores morenas,
También mis auroras, son auroras negras,
Por eso deseo saludar a Haití
Con mi voz florida de muchos poemas.

Melopeas haitianas lleguen a mis versos,
Abran sus estuches violinistas negros,
Tomen en sus manos los arcos mestizos,
Que la diosa África aplauda mis versos.
El negro es romántico, sus signos atávicos,
Hace que en la tierra trabajen cantando,
Sus poetas cantan con fuerzas telúricas
Canciones de siembras, de bueyes y arados.

Por eso deseo melopeas morenas,
Melopeas rebeldes, ritmos embrujados;
Que sean calientes como sus clerenes
Y contengan notas de tierras sembradas.

Violinistas negros, abran sus estuches,
Que aromen los arcos sus oscuras manos;
Mis versos rebeldes, mis versos de trópico
Son para leerse con música haitiana”.

Nos satisface poder dar a conocer en éste importante encuentro a un poeta, cuya obra y significación merecen ser ampliamente divulgada, no solo en los escenarios internacionales, sino en nuestro propio país, donde aún no tiene el reconocimiento que merecen sus importantes aportes a nuestra lírica.

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