Primera nota: Su mayor acierto es su decisión y
entusiasmo de estar en las calles y en ellas hacernos mucho pueblo
repudiando la corrupción e impunidad, y el haber unido la lucha contra
la corrupción y la impunidad con la demanda política que señala a la
mafia como responsable del latrocinio hondureño, expresado en la
consigna nacional ¡Fuera JOH!!
Segunda nota: Su mayor debilidad está en la ausencia de
alianzas articuladas y su reducida visión política para prever el futuro
más allá de la actividad y movilización en la coyuntura inmediata.
Mucho activismo y poco debate y reflexión. Tantos “vigores dispersos”
hacen ver no a una única oposición con su diversidad de riquezas, sino a
muchas oposiciones, cada una andando por su cuenta y riesgo.
Tercera nota: La tendencia a los protagonismos y a la
concentración de decisiones en reducidos grupos de dirigentes o en
personas específicas, así como la desconfianza entre unos grupos y unas
personas hacia otros y otras, le da más coherencia a las negatividades
que a las oportunidades y riquezas que existen en toda la gente que
lucha.
Cuarta nota: Las expresiones indignadas se concentran con
mayor fuerza en los centros urbanos y entre los sectores medios,
estudiantiles y profesionales, y aunque es muy positivo, con frecuencia
las demandas de los sectores campesinos y de las zonas marginadas
urbanas quedan relegadas.
Quinta nota: El fenómeno de la indignación moviliza tanto
a las tradicionales generaciones progresistas y de izquierda que se
articularon en torno a la lucha de resistencia contra el golpe de
Estado, como a las nuevas generaciones, especialmente juveniles, que
lideran las marchas de antorchas desde un manejo exitoso de las redes
sociales. Sin embargo, muchas veces en lugar de complementarse, estas
dos generaciones acentúan diferencias, desconfianzas e incluso
confrontaciones.
Sexta nota: La fuerza de las demandas contra el gobierno
como responsable de la corrupción e impunidad es una riqueza de la
oposición. Sin embargo, una enorme debilidad es la ausencia de análisis y
debate que acaba expresándose en lecturas con frecuencia simplistas de
la realidad. La presión en las calles ha de estar acompañada de
profundos análisis para saber debatir y defender los derechos y demandas
populares en cualquier mesa de diálogo y de negociación. Hay mucha
gente pesante, pero falta que crezca como intelectualidad orgánica, es
decir, metida a fondo en la realidad de la gente indignada, y falta más
alianza de la gente en las calles con los intelectuales.
Séptima nota: Las corrientes de los partidos políticos
aprovechan las movilizaciones para proselitismos de cara al siguiente
proceso electoral. Con esta práctica, en lugar de fortalecerse, se
debilitan todos los sectores porque afloran las desconfianzas, crecen
las sospechas y se rompen los puentes. Cuanto más proselitismo se hacen
en las movilizaciones, más se debilita la lucha, y cuanto menos
proselitismo existe, más se agranda la lucha y más reconocimiento
alcanzan los partidos políticos y sus corrientes ante la sociedad
indignada.
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