jueves, 22 de octubre de 2015

El dominicano emigrante no debe renegar sus raíces



Rafael Fernández
                                 
La República Dominicana es un país con su propia costumbre, sin embargo, muchos de los dominicanos y dominicanas que se trasladan a otras playas extranjeras buscando un mejor porvenir, se encuentran con la cruda realidad por allá, cayendo en procesos judiciales por la ambición desmedida de tenerlo todo.


Muchos de esos dominicanos y dominicanas se emborrachan de fantasías y toman como estandarte imitar las diferentes culturas de esos respectivos países a los cuales fueron y se hospedaron allí, quizás con el ánimo marcado de ser alguien, porque en su país no tuvieron salida para el progreso y no tuvieron la valentía de alzar vuelo.

Muchos de estos que carecen de una capacidad intelectual y poca instrucción, al estar allí par de años, adoptan como base de expresión la forma peculiar de ese país, sin importar que los demás ciudadanos se mofen o se burlen de ellos por haber renunciado a sus orígenes o a sus arraigos culturales y naturales que intrínsecamente están ligados a la sociedad de su país de origen. 

Estos individuos presentan en su estado mental, una desorganización emocional que no les permiten ver más allá de la verdad, y con el tiempo quedan totalmente ciegos de mente, y con problemas sicosomáticos que no les permiten hilvanar una idea de la cultura aprendida en poco tiempo, a lo que científicamente les llamamos “extranjerismo”, que en su mejor acepción significa barbarismo.

Esos individuos se llenan de ineptitud, superioridad, presunción, pesimismo, crueldad, se vuelven inaceptables, odiosos y hasta burlones en el peor de los casos.

Ese tipo de persona entiende que el mundo les pertenece, porque en lo más profundo de su ser sienten a un individuo derrotado por el talento ajeno y no pueden combatirlo y pelean dentro de su ser, quisieran rebatirle a como dé lugar, pero no tienen el coeficiente intelectual suficiente para eso, y usan los golpes bajos para combatir a quienes les hacen sombra en sus planteamientos, ya que muchas veces no tienen bases ni razón de ser.

Como ciudadano he pensado que las personas deben tener humildad y corazón, no ser tan groseros y tan horripilantes en el peor de los casos, no creo que usted por el solo hecho de tener facilidad de representación, figura extrovertida, color aceptable y vocabulario de diablo, tiene el derecho de hacer que los demás actúen como actúa usted, eso no le ordena a usted continuar insinuando que es de una nacionalidad que no es la suya, imitar en su comportamiento, costumbres, palabras, acentos que no son los suyos, eso es envolverse en un bosquejo de comportamientos erróneos totalmente.

Quien osa dirigirles estas líneas no busca nada para que les reconozcan su capacidad, ni mucho menos ha querido tirarse como el más grande de un conglomerado, nunca ha presumido de nada, pero ha sido humilde, sencillo y apreciado por todos aquellos que comparten con él, y en el peor de los casos ha escrito dos libros, los cuales se han vendido todos como pan caliente y con dos más en manos del corrector de estilo para su impresión.

Pero eso no me da el derecho de decir y desdecir de nadie, tampoco eso me da derecho de usurpar la costumbre que no me pertenece, pero mucho menos eso me quita el derecho de estudiar y superarme.

Espero que Dios, que es grande, pueda subsanar el corazón de estas personas, que por favor no permitan que continúen enfermas y que el odio y resentimiento que sienten de los demás, les haga recapacitar y ver en sus fueros interiores a personas con valores humanos y no creer que los demás son objetos sin valor.

“No debemos continuar como la Hiena en su jaula, dándole vuelta al odio”
 
Hasta la próxima entrega, si Dios, yo y usted lo queremos.

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