domingo, 19 de julio de 2015

ENTREVISTA A BERGSON ROSARIO



Bergson Rosario. Foto/Archivo.

Bergson Rosario (cuyos progenitores parecen haber tomado su nombre del escritor francés del mismo nombre) es un creador oriundo del noroeste dominicano fuerte y reseco.  Se abre paso fuertemente en las letras dominicanas de la generación actual.



Hay que acreditarle, con justicia, que se ha superado y que tiene una cosecha que va subiendo. Bergson puede darnos aún mayores sorpresas si le sigue siendo grato el porvenir.




Vino al mundo en Las Matas de Santa Cruz, provincia de Montecristi. Desde temprano en la vida se dedicó al mundo escritural. Ha agotado jornadas en varias de las manifestaciones de la literatura. En la actualidad se desempeña como catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en las áreas concernientes a las Letras.

En su haber se distinguen libros de cuentos: Al difunto nadie lo quiso y Encrucijada del tiempo; de poesía: Cascada de sueños, Lúdica de la piel, Suspiro de la piel, Soliloquio, Agonía negra, En ensayos histórico-literarios: el Vedrinismo y el Postumismo; manuales: La comunicación y Ortografía comentada de la Lengua Española, un recurso para la redacción.

Como editor ha producido dos libros: Juegos de Espanto, de Carlos Reyes y Mester de brujas y otros cuentillos de Joiffre Pimentel. Es editor de la Revista de Lengua, Artes y Literatura CILIYA, de la que ha publicado dos números. El tercero ya está en composición para ser entregado a imprenta. Conferencista, tallerista y animador literario, coordinador de la Semana del poeta en la UASD, Centro Mao. Como conferencista ha visitado varias universidades nacionales. Ha participado en eventos nacionales e internacionales. Ha presentado sus libros en la Feria Internacional Dominicana y en la Feria del Libro Hispano, celebrada en Corona, Quenn, New York.

¡Juzgue usted amigo lector!

1.- ¿Dónde radicas ahora?

En los actuales momentos, y por una de esas impredecibles tretas que nos juega la vida, estoy viviendo en el Distrito Municipal de Villa Elisa, Montecristi. Pero lo que es mi vida profesional y estética la desarrollo entre Montecristi, sobre todo en la parte rural, y Mao, provincia Valverde. Aunque me considero un itinerante del cosmos, sin ninguna especie de ataduras que me den la categoría de la hiedra cuando se adhiere a las paredes. Soy fiel al movimiento que plantea la dialéctica. Aunque me rehúse cambiar, son los cambios quienes me asumen a mí. No yo a ellos. Por eso siento que debo ir de un lugar a otro. Desde niño, mi padre llevaba a la familia como un barco sin rumbo determinado. Anduvimos el Cibao de un extremo al otro. Desde Las Matas de Santa Cruz, Montecristi a Cotuí; a Santiago de los Caballeros, a Cartujo, Valverde; a Las Matas de Santa Cruz otra vez; a La Guajaca y de aquí a nuestro pueblo natal. Esa itinerancia familiar me acostumbró a responder con facilidad al cambio de contexto. Eso sí, de cada lugar guardo un suspiro que ahora incluyo en mis producciones, poéticas o narrativas.

2. ¿En qué tránsito se encuentra tu itinerario poético?

La poesía ocupa un lugar privilegiado y cimero en mi vida. Desde muy temprano rubriqué un pacto con ella y pienso cumplirlo hasta el último susurro de mi existencia. En ella vibra la razón de ser de mis alquimias; en ella se me desnuda la esferidad deformada del universo; con ella he de trotar los espacios siderales que se me acurrucan debajo del entarimado que conforma la plazoleta del ser que voy siendo; en fin, es la razón que se reviste con el atuendo transparente del no ser en cuanto que va siendo.
¡Mi itinerario poético va en crescendo! Cada día que se le suma al pasado el nuevo germen poético que se va perfilando en el contorno de mi tiempo presente. Cada libro de poesía constituye, para mí, un nuevo desafío que se me imbrica en los intersticios del alma y, a seguida, empiezo a buscar una nueva masa poemática para conformar otras conjeturas estéticas en el orden poético. Esto implica saberse dueño de los instantes y desnudarlos frente a la humanidad e iniciar el invento del incipiente periplo hacia la consecución de intocados propósitos que se me enroscan en el confín pletórico de mi propia esencia poética. ¡Soy el itinerante perpetuo del universo poético!

3. ¿Cuál debe ser la filosofía de vida de un escritor y poeta?

Si nos empeñáramos en responder de manera taxativa, rígida y con la ausencia de la mesura del cuidado, pudiéramos caer en una exagerada afirmación o respuesta a priori sin sopesar, en lo más mínimo, la envergadura y la seriedad que conlleva. Todo escritor posee, consciente o inconsciente, un estilo de vida que lo va a marcar con el más fino buril de la época; que es lo mismo que decir, será la representación de su época para las postreras generaciones. Este estilo de vida no le viene al poeta o escritor porque sí. Este estilo de vivenciar su presente epocal les llega a los escritores y poetas desde los fortificados entornos del saber filosófico. De ahí que, cada escritor, llámese poeta, narrador o dramaturgo, se abrace a un determinado sentir filosófico que le dé forma estética a ese referido estilo de vida. Desde ya, recomendamos a cualquier escritor o poeta a definir cuál es el estilo de vida que más le convenga porque resulta una realidad intrínseca del escritor. Es de harto sano, no impulsar una receta a los diferentes escritores que se destacan en un género específico; es preferible que cada uno se circunscriba a un modelo de vida en el que se sienta cómodo para ejercer su derecho a la producción estética.

4. ¿Crees que tu trabajo pudiera estar adoleciendo de excesiva discreción?

Si así fuese, te juro que no me molesta en lo absoluto. Ser discreto, o más bien intentar serlo, son decisiones que no le son propia al escritor. Es como si dijéramos que le vienen desde afuera, de los círculos sociales, los cuales el escritor no maneja. La discreción de un escritor es un especie de mordaza pública impuesta por las circunstancias que lo rodean, sin que éste se percate de que está siendo amordazado para que no logre expresar sus emociones, sus sentimientos ni nada que atente en contra de la deseada comodidad de los que detentan las espesas mieles que brindan las oportunidades del poder legal y democráticamente establecido por unos pocos agraciados. En los últimos días, he acuñado una frase que me gustaría verla en el frontispicio de la lápida destinada a ser mi eterna morada; que reza “… y nos tendrán que oír…”. Me encuentro en el medio de las aguas de un mar tempestuoso, violento… tratando de quitarme esa mordaza, que tú llamas excesiva discreción, con el consabido fin de que mi obra estética se empine más allá del infinito para que la posteridad sea quien la juzgue, y me juzgue, en función del comportamiento en el gusto del pueblo. Siento que las ráfagas del tempestuoso viento del futuro se van imponiendo y aquella frase lapidaria extraída de lo más recóndito de mí, empieza a causar los efectos deseados y, ahora son muchos los que se detienen a observar mis trabajos estéticos desde una esquina cualquiera de la ciudad de la vida. Para cuando me oigan, ya mis trabajos habrán vencido la excesiva discreción.

5. ¿Entiendes, como Borges, que la soledad es un instrumento útil en la vida de los creadores?


¡Esa es una pregunta muy oportuna! Esta pregunta me da la oportunidad de referirme a una conferencia que he venido dando en
diferentes partes y actividades del país. Como en la Feria Internacional del Libro (FIL); en Montecristi, en la UASD, Centro Mao, en Villa Vásquez, en Estados Unidos en la Feria del Libro Hispano, este último evento es organizado por Juan Tineo. Esa conferencia está fundamentada en un estudio realizado a varios poetas que coinciden en publicar sus trabajos poéticos desde la década del 1990 hasta la fecha, con muy mínimo rasgo diferenciador entre un poeta y otro. Entre ésos están Félix Betances (Santo domingo), Joiffre Pimentel (Las Matas de Santa Cruz, Montecristi), Augusto Bueno (Montecristi), Carlos Reyes (Mao, Valverde), Orlando Muñoz (Santo Domingo), Simeón Arredondo Natera (Hato Mayor), Carmen Alcántara (Mao, Valverde), Farah Hallal Muñoz (), Valentín Amaro (Santo Domingo), Noé Zaya (San Francisco de Macorís); entre otros poetas coincidentes en el tratamiento estético y la temática señalada. ¿En qué consistió el estudio realizado? En demostrar que todos ellos tienen en común las mismas vivencias y los mismos planteamientos en la esencia poemática que cada quien presenta en la particularidad de su mundo. A esa manera de concebir el hecho poético es lo que me ha dado en llamar “La Poética de la Soledad y el Vacío”. Esta poética así bautizada por mí está cimentada sobre la columna vertebral de esa soledad que atrapa a los creadores y los vuelve esclavos de la realidad escritural, del aeda, del poeta; sumiéndolo en un insondable vacío. Recientemente, salió a la luz de los lectores un breve ensayo mío publicado en la revista de Artes, Lengua y Literatura “CILIYA”, bajo el título de La Poética de la Soledad y el Vacío en la Joven Poesía Dominicana.
En el referido ensayo propongo formalmente una estética en la que el poeta aprovecha la propuesta de la soledad en que se auto subsume el hacedor de poesía, convirtiéndose en el contemplador de un vacío soberbio.
¡Claro! Entiéndase, en el caso de tu pregunta, que la soledad es y ha sido una aliada, más que cómplice, de los escritores de todos los tiempos y todas las latitudes. Por tanto, a mí como a Borges, me
gustaría concebir la soledad como el nicho apremiante para encontrar solaz en esos momentos en que se está en el trance parturiento de un hijo que no termina de salir. ¡Esa es una soledad ansiada por casi la totalidad de escritores! Estoy bordeando la margen de tu pregunta porque más que instrumento, quizás podamos entender la soledad como espacio necesario para que el creador de la obra se vea a sí mismo dibujado en el edredón de su propio onirismo.

6. ¿Actualmente, en qué estás más empeñado?

Yo, como todos, me veo envuelto en la maraña de ir definiendo cada una de las situaciones que se me presentan en la cotidianidad de este tejido que es el mundo de la creación. Una vez me veo apresurado por terminar una conferencia; cuando no, imbricarme en las vorágines de la creación de un poemario; asimismo, me envuelvo en las conjeturas verbales para darle cuerpo a una colección de cuentos; otras, persiguiendo a escritores para que den sus aportes para la revista literaria que edito y doy seguimiento ya en imprenta; en fin, ando nadando en ese voluptuoso mar de tentaciones, a veces absurdas, que es la literatura y sus consecuencias estéticas.
Es igual que, viéndome inmerso en varias actividades al mismo tiempo. Todas me succionan la vida, pero en la conclusión del deseo me miro pletórico de nuevos sueños y premuras que me hacen olvidar el esqueleto de las ya viejas actividades de ayer o de ahorita. Y así, reinicio la vida a cada instante y con ellas, vienen nuevas marañas!
En este momento, en función de editor, estoy preparando dos libros ajenos que debo entregar a más tardar en agosto. También estoy envuelto en el fragor de concebir el tercer número de la revista de Artes, Lengua y Literatura CILIYA. Como editor, se me abalanzan varios compromisos al mismo tiempo. Los trabajos de mi editorial son en su mayoría sin fines de lucro. Solo los realizo por la única paga de mirarme en el espejo de la satisfacción. No sé, pero en cada joven que se empina por las artes, me desvelo en ser su Cayo Cilnio
Mecenas. Lógicamente, no cuento con el jugoso peculio de aquel. Ahora, como debo alejarme de la mezquindad de los esquilados de bondades, tengo que mencionar la colaboración de personas, de gente que como José Pérez, de la editora Búho, me presta sus hombros para soportar conmigo la onerosa carga de la edición de un libro; a Joiffre Pimentel y Carlos Reyes, quienes me estimulan con sus opiniones estéticas, favorables o no, y me empujan hacia la cima del espíritu.
Como gestor a favor de la creación estética, sobre todo a la poética, organizando eventos, como la Semana con la poesía, que años tras años realizo en octubre de cada año, en la UASD, Centro Mao, con los auspicios de la Dirección. En esa misma tesitura, imparto talleres, conferencias, encuentros, entre otras; que me permite descubrir nuevos talentos escriturales que se suman a la tropa taciturna de la literatura.
En mis creaciones personales, para conmigo, tengo varios trabajos en ristre, de los que voy saliendo con la parsimonia del paso lento de una tortuga con el viento a favor de la dirección en que enfila la afilada cabeza. ¡Lento, pero sin demora ni interrupciones en la senda a desandar! ¡En eso se me cuece la vida!


7. ¿Haz olvidado el pueblo noroestano de tu cuna o lo visitas de vez en cuando?

Creo que nací con el complejo de ser un árbol. Es decir, el árbol es una especie de ser vivo que solo se mueve hacia arriba, desafiando la ley de la gravedad y viviendo la esencia del infinito. Por eso, se adhiere fuertemente al terruño que serpentea su espacio en las profundidades terrosas del cosmos, usando las garras de sus raíces. Mis garras son las urdimbres que me mantienen en el recuerdo latente y el presente aguerrido. Mi pueblo, Las Matas de Santa Cruz, es mi cuna. Añoro cada instante que me prodigó la vida en las diferentes etapas por las que atraviesan los humanos a corta, mediana y larga edades.
Nunca me he visto en la imperiosa necesidad de alejarme a perpetuidad del lar nativo. Voy y vuelvo con mi pueblo a cuesta y nunca, que recuerde, me he
arrepentido de ser eso, un hijo de la otrora comunidad de Las Matas de Santa Cruz; ni de la gente que me vio empinar sobre las barbas del horizonte para atrapar mis inquietudes estéticas. ¡Cómo olvidarlo!. Siempre voy y vuelvo a mi pueblo, casi veinte y ocho años después; cuando ya nadie me conoce ni yo conozco a mucho, a desandar la morriña de un remembrar cada vez más aplastado por el dominio de la obsolescencia.

8. ¿Qué piensas de los autores llamados de provincias?

Ese apelativo que se nos endilga a los escritores que nacimos en el interior del país, en una provincia cualquiera; para mí, no es más que un mito. Este mito, como es mi consideración, tiene algo de denigrante y de mal intencionado. Es una visión estrecha de concebir el origen posicional de un escritor. Surgida en una época, en que la vara con que median a los provincianos en contraposición a los pueblerinos era diferente. Es una semancia que contiene un interés de establecer una cesura entre ambos tipos de escritores. Esta puede ser de corte intelectual, sociocultural. Mira, hasta los años previos a la Revolución del 65, del siglo pasado (s. XX) todavía se podía hablar de habitantes de la capital y de habitantes de las provincias. En la referida época, la capital del país mantenía una cultura propia, un sociolecto identificable, diferente al resto de la republica. Entonces era válido, desde el punto de vista cultural, social, hasta de clases; incluso desde el ámbito de la política que se practicaba en el momento, establecer esa diferencia entre los escritores capitaleños y los escritores de provincia. Hoy, no creo que exista una razón especial para seguir usando el indicado apelativo. Ya hoy, la capital perdió su identificación cultural, volviéndose en el conclubio de voces de todo el país. Esto implica que ya no podemos identificar al capitaleño por su sociolecto porque este desapareció con las migraciones del campo dominicano hacia los confines de la primera ciudad de la República Dominicana; su Capital. ¿Cuál es la razón por la que se siga usando ese obsoleto apelativo? ¡Claro! Es que es una cuestión de oportunidades. Un escritor, para
poderse conocer tiene que mudarse a la capital, como lo han hecho una gran cantidad que dicen llamarse capitaleños; sin embargo, no soportan un somero análisis de su origen porque a la vuelta de la segunda generación familiar aparece el abuelo con la maleta de hojalata mudándose hacia el pueblo en busca de las oportunidades que no tenía en su campo natal. Los descendientes de esos migrantes son los que hoy se empinan sobre su ego para tildar a los otros de provinciano.
En mi caso en particular, no me resulta urticante que me llamen escritor de provincia. Con el solo hecho de que me reconozcan por mis aportes escriturales es harto suficiente. Es más, me resulta exultante que siendo del campo he sabido cautivar espacios tan cimeros como los que habitan en la Caverna de Platón, con todo a su favor, como lo es para los escritores campesileños.

9. ¿Cuántos son tus hijos literarios y qué te propusiste al escribirlos?

Antes de abordar el tema, como lo planteas, debo observar algunas precisiones; a saber, una realidad es tener libros escritos para sí mismo; la otra realidad, es tener libros escritos para los lectores que esperan a la luz de la cotidianidad tu próximo parto estético. Este último es el libro ya bautizado, con nombre y apellidos. Me refiero al libro ya editado.
En mi caso, libros para mí, los que aun no han crecido lo suficientes como para permitirles salir a la calle con pantalones largo, como el adolescente que cumple con la mayoría de edad. De estos, cuento con un prontuario bastante suficiente como para regodearme en el esqueleto del tiempo sin que me falte el entramado de un nuevo emprendimiento hacia los confines de la producción estética. En otras palabras, cuento con fuerte arsenal de producciones para pasarme la
vida publicando con el consabido menor esfuerzo escritural.
Estando en mis primeros vagidos estéticos, sobre todo poéticos, en mis tiempos de estudiante universitario me le acerqué, encharcado en el inocente mundo de los retrotraídos por la inseguridad de no saber si lo que hacemos está bien o mal entretejido; a un profesor universitario, quien a la sazón me impartía las asignaturas de literatura, Miguel Ángel Pimentel, para mostrarle “mis poemas”. Él, después de escrutarlos me dijo con su voz soterrada “Dedícate a escribir por ahora. Olvida el publicar. Tendrás tiempo para hacerlo.” Cogí muy a pecho aquel sabio consejo y, desde entonces a la publicación de mi primer libro pasó un largo tiempo solo escribiendo.
La rehíla escritural y de publicaciones se inicia con un rústico libro de poema a dos voces, en contubernio con Joiffre Pimentel, titulado Soliloquio con mi yo. Estábamos siendo azotado por los vientos tiernos de la huracanada década de los ochenta (1980). Volví al anonimato escritural por unos años. Mas tarde, en un cara y cruz, volvemos Joiffre Pimentel y yo, y publico el poemario Cascada de sueños (1999). Ya en el año 2004, publiqué el libro de ensayo “El Postumismo”, con una segunda edición en el 2005. A este libro le sigue el poemario “Lúdica de la piel” (2007). Luego, escribo un texto bajo el título “La comunicación” (2008), con una segunda edición en el 2009. En este mismo año sale a la venta la colección de cuentos “Al difunto nadie lo quiso” (2008), con dos ediciones más, la segunda en el 2008 y la tercera en el 2011. Publico en el 2009 un libro de texto “Ortografía comentada de la Lengua Española, un recurso para la redacción”. En el año 2010 publico el poemario “Suspiro de la piel”. Le sigue el poemario “Agonía negra” (2012). Más tarde, surge otro poemario “En la virginidad de una historia” (2013). En la trayectoria editorial encontramos otro libro de ensayo histórico-literario “El vedrinismo”. (2014). Ya para los primeros meses del 2015 le entregué al público lector una nueva colección de cuentos, “Encrucijada del tiempo”.
En mi labor de editorialista, publique los libros “Juego de espantos”, de la autoría del poeta Carlos Reyes. Lo mismo ha pasado con Joiffre Pimentel, a quien he publicado la colección de cuentos “Mester de brujas y otros cuentillos”. Como apoyo al mundo editorial, la editora que presido saca al edredón del tiempo la revista de Arte, Lengua y Literatura CILIYA, de la que hemos publicado dos números, preparando el tercero.
¡Así anda el mundo escritural rodando en torno a mí!

10. ¿Tiene propósito escribir cuando hay cada vez menos lectores?


Bueno, ese es un tema para pensarlo dos veces. Sin embargo, y a sabiendas que estamos viviendo los ciberespacios en todos los contextos, cada realidad de la vida tiene sus razones de existir y eso lo entiendo perfectamente. Tomemos como ejemplo el uso cotidiano de la computadora. Cuando comenzó el apogeo del uso de esta tecnología se apostaba a que esta iba a desplazar la presencia humana por las de las máquinas. Según se calculó, ya para esta fecha el hombre iba a ser suplantado totalmente por la tecnología. ¿Y qué ha pasado? Muy poco de lo que se temía. El hombre ha tenido que agilizar el cerebro pero al fin y al cabo, la tecnología no se vasta por sí misma. Por cada cerebro cibernético hay detrás, o delante, o al lado; un cerebro humano que la controla, que la maneja. No es que sea incrédulo o quiera pasarme de listo, pero en mi humilde pensar eso no pasará, por lo menos en un tiempo prudente.
Por eso, a tu pregunta, mi respuesta es categórica. ¡Si! Mis propósitos no se detendrán. Seguiré escribiendo hasta que mi cerebro escurra la última gota de pensamiento. Tal vez no es que quiera, sino que estoy confinado a esa horripilantemente dulce cárcel de la escrituralidad. Es una especie de adicción lo que me empuja a pernoctar bajo las nubes
de cristal del mundo de la escrituralidad. Escribir es una pasión que se retuerce entre los recovecos de mis vísceras.
¡Lo de menos lectores es cuestionable! Es cuestionable porque realmente en el cosmos, leer es una cultura que alimenta el espíritus. Cualquier persona promedio lee aunque sea una o dos páginas a la semana. Ya eso es harto suficiente para desmentir ese mito de que la gente no está leyendo. Bueno si por leer solo entendemos cuando lo hacemos de manera formal, respondiendo a un esquema preconcebido por la escuela o por cualquier otra institución que actúe como un gendarme; entonces, quizás se tenga razón. Pero si tomamos en cuenta la informalidad en el hábito de leer, es posible que no tengan razón. Eso de que en este país no se lee es un cliché imprudentemente enarbolado. ¡Y me perdona! Pero difiero mucho de muchos que porque sus producciones no tengan espacio en el mundo lector quieran argüir ese mito. Por eso, y por todo lo argumentado con anterioridad, seguiré cabalgando sobre el lomo de Rocinante, atravesando cañadas y planicies o ascendiendo empinadas cumbres, pregonando las bienaventuranzas del libro escrito.

11. ¿Tienes alguna reflexión sobre el destino del libro y de la lectura?


El libro es una muestra de la cultura exhibida en las grandes vitrinas del mundo. El libro, históricamente, tiene ganado un espacio que nadie, a través de los siglos, le ha podido escamotear. Es un recurso que ha mantenido en pie los grandes estamentos de las diversas sociedades. Es mucho el tiempo pasado. Después que surgió el libro nadie ha podido destronar su comportamiento tiránico, en el mejor sentido de esa palabra, y de él se sostienen todas las civilizaciones con las que ha contado el hombre hasta nuestros días. Yo entiendo que el libro olvidado en el fondo oscuro de una biblioteca se convierte en un
cadáver que se revive con un ligero soplo de lectura. Desde aquí recobra vida y se yergue petulante y te lleva de la mano, como cuando un padre conduce de la mano a su primogénito por las angostas callejas de la vida. ¡Qué orgullo siente ese padre! ¡Que orgulloso te sentirás tú de la mano de un libro que te conduce, casi siempre, por los edredones del conocimiento y de las ciencias!
A ti joven lector, haz del libro tu espacio favorito para que te desplaces a través de él por todos los rincones del universos y sus secretos. Y recuerdas, ¡el libro debe vivir y presiento que vivirá por toda la eternidad!
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