domingo, 11 de enero de 2015

¡Mi escuelita a la que aun quiero con amor!



Por Santo Domingo Guzmán

Recientemente me informaron que la pequeña escuelita en la que di mis primeros pasos en el largo camino hacia la autodeterminación a la que aun no he llegado, se le iba a nombrar, es decir, iban a colocarle un nombre de algún personaje, lo que me llevó a pensar, que ya esa escuela tenía su propio nombre, pues todos los centros educativos que no llevan el nombre de alguien, se le coloca el nombre de la comunidad de donde son.

Y así, precisamente, le llamábamos a esa pequeña escuelita de la zona que llevo el honor de haber nacido, vale decir, Escuela Básica “El Macao”, ahora ubicada en El Fondo de Mucha Agua.


Al recibir esa información, quedé un poco confuso, pues pese a que no soy de los que cree en esas vanidades, pensé por unos días en la persona que sí podía ser digno de que se le tomase en cuenta para cambiar el nombre de mi escuelita que por tanto tiempo vi a mi profesor colocar en la parte superior del pizarrón, “El Macao, hoy es (día), del mes de…, del año 19…”.  Así, me dije a mi mismo, creo que Cesáreo Lara Lucas (Silvio), se merece eso.

Sin embargo, pocos días después quedé aun más confuso, con la nueva información que recibí y es que a la escuela se le había el nombre de una dama que sí era como una madre para nosotros, pues fue la primera vecina que conocí, es decir, la vecina más cercana y madre abnegada de casi igual número de hijos que también tuvo mi madre.

Su nombre de pila no lo recuerdo, porque nosotros la conocíamos como Helena, esposa del señor Marino Martínez y como ya dije, una segunda madre para mi y mis hermanos.

Esas cualidades la poseen cinco millones de mujeres vivas y otras ya idas a destiempo, como es el caso de la especie.  Doña Helena, madre de Guacha, Tito, Julita, Lucila, Hijo, Moreno, entre otros que no recuerdo (todos son Alias), es como ya señalamos, una gran mujer que se merece eso y más, siempre y cuando no aparezcan otros que posean más méritos que ella y que estén ligados a la educación como es el caso.

El nombramiento se inscribe en el hecho de que supuestamente era ella quien prestaba alguna que otra ayuda a los maestros que subían a la escuela a dar clases, pero ¿cual es más importante, pasar o brindar un vaso de agua o una que otra porción de comida a un profesor o, ese mismo profesor caminar diez kilómetros diarios a impartir el pan de la enseñanza durante una decena de años y luego brindar su residencia a los otros profesores que tenían que trasladarse a esa escuela para que no tuvieran que pasar por la que él pasó?

Por lo que verán, no tenemos nada en contra de quien podemos decir, sin temor a equívoco, fue como una segunda madre, de lo que sí estamos en contra es que se relaje con los nombres que le vamos a dejar a nuestra próxima generación.  Nombres que deben estar seguidos de una historia que cuando ellos la analicen, se den cuenta que los que tal cosa hicieron no estaban inventando.

En el caso que nos ocupa, el nombre de Cesáreo Lara Lucas no es un invento, es el nombre que identificaría a la escuela que por treinta años o más le brindó un servicio que es de todos conocidos.  Lo demás, sería inventar con lo que en un futuro no muy lejano sería cambiado, por no encontrar, los que analicen los hechos, una lógica real por la cual, esa escuelita a la que aun quiero con amor, porque en ella aprendí las primeras lecciones, una historia que se mantenga viva y pase la prueba del tiempo.

Si de algo sirve, los nombres colocados a establecimientos públicos, y podemos poner como ejemplo en primer lugar a hospitales, son aquellos que han estado ligados a esas mismas áreas, tal es el caso de los hospitales Dr. Darío Contreras, Dr. Robert Reid Cabral, Dr. Ney Arias Lora, etc., como ven, todos esos nombres han estado ligados a la medicina. 
 
En el caso de centros educativos para llegar al caso que nos ocupa, tenemos casos como en San Cristóbal, Enedina Puello Renville, Manuel María Valencia, Pablo Barinas y un caso cercano, Escuela Prof. Matilde Cuevas en Humachón, para citar solo unos pocos.  Todos han estado ligados a la educación.  

El caso de Matilde Cuevas, una profesora que por 30 años o más, igual que Lara Lucas, impartió clases en la escuela que hoy lleva su nombre, ¿no creen los amigos que han tomado tan nefasta decisión, que si una profesora que impartió clases por todo ese tiempo merece ser tomada en cuenta, también lo merece un profesor que viajó más de diez kilómetros diarios por más de diez años, se mudó al lugar y luego brindó apoyo a los otros profesores que le tocaba el mismo lugar para impartir enseñanza?  A mi me parece que en éste caso lo que ha habido es un poco de pasión y esas cosas no se hacen por pasión, porque aparenta que estamos pensando de manera artesanal y luego no resisten la prueba del tiempo.

¡Analicen bien eso y luego hablamos, si necesitan algún apoyo, pueden contar con un servidor!

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